Ocho metros y medio de longitud, menos de cuatro de ancho y seis estrechas ventanas en arco de herradura. La capilla de San Miguel de Celanova, erigida en el huerto del monasterio de San Rosendo, abraza dos veces al año al sol en los equinoccios de otoño y primavera. El astro atraviesa dos de las estrechas ventanas de arco de herradura y, en el efecto óptico de las fotografías, parece emerger por arte de magia de los muros de esta joya del arte prerrománico. El templo de estilo mozárabe, alineado con el monte San Cibrao- donde a unos 8 kilómetros descolla el sol naciente-, data del siglo X, una edificación casi simultánea a la del cenobio. Es el único monumento altomedieval de España que no ha sufrido ninguna modificación desde su construcción hace un milenio. El cielo despejado permitió disfrutar ayer, al romper el día, de un fenómeno fascinante que realza el patrimonio y pone en valor la precisión arquitectónica de hace diez siglos. Hoy puede apreciarse por última vez hasta la entrada del otoño, desde las 7.30 de la mañana.

Vecinos de Celanova y de comarcas próximas como A Limia. Móviles y cámaras de aficionados y de profesionales en ristre. Unas 35 personas madrugando para aguardar la salida del sol. La tecnología y las redes sociales han multiplicado el alcance de un efecto visual único que, en los años noventa, descubrió el intelectual Xosé Benito Reza (quien solo quiere definirse como "veciño de Celanova"). El oratorio, construido por San Rosendo en memoria de su hermano Froila y concebido como alojamiento para monjes de paso en el monasterio -el cenobio fue consagrado en el 942 con la presencia de abades y el rey Ramiro II, primo carnal de San Rosendo-, podría llevar un milenio captando el sol dos veces al año, sin interrupciones -salvo en días nublados-, de no ser porque otras actuaciones en el entorno bloquearon la incidencia de los rayos. A finales de los ochenta se retiró un cenador y se recuperó el espacio circundante. Apareció una gran roca con aspecto de ara solar, posible lugar de culto pagano para sacrificios. Xosé Benito Reza comprobó a principios de los noventa que la alineación con el primer sol de primavera y el otoño era precisa. Pura matemática aplicada.

"Un día fixeime en que o paralelo pasa pola cúspide do monte de San Cibrao da Bola, sen erro, a 8 kilómetros de distancia. No alto apareceron uns túmulos e incluso unha pedrafita que pode ser un menhir. O día 21 de marzo e o 23 de setembro o sol sae exactamente polo leste en calquera punto do mundo. Pero cando asoma cara Celanova por enriba da montaña, de máis de 700 metros, ten xa un desvío en dirección sur. O máis curioso e chocante é que a capela está xirada o xusto para poder coller o sol nese momento", describe Xosé Benito Reza.

La capilla de San Miguel, declarada monumento nacional en 1923 y la iglesia mozárabe de menor tamaño -de unos veinte metros cuadrados-, es una obra patrimonial intacta desde su construcción, una excepción en templos de hace un milenio. "Os monxes sempre a conservaron e tiveron moito coidado en non facer ningún tipo de modificación porque o consideraban o oratorio no que se retiraba a rezar San Rosendo, como se fora unha capela privada. Sempre tiveron moito coidado de mantelo en moi bo estado. Incluso se documentan cousas como que San Rosendo tiña visións e falaba cos anxos, que se aparecían por riba da pedra e o axudaban na misa", dice Reza. El fenómeno estacional de los equinoccios sublima la belleza de este enclave patrimonial produciendo un efecto visual único.