La víctima, Fernando Iglesias Espiño, cometió hace más de dos décadas, en Las Palmas de Gran Canaria, tres asesinatos que causaron una gran conmoción. Mató a su esposa de 39 años, a su hija de 18 y a su hijo de 12. Trabajaba de taxista entonces. La condena fue de 54 años de cárcel, aunque, en aplicación del Código Penal vigente en aquel momento, el máximo de cumplimiento efectivo en prisión se fijó en 25. Llevaba cumplidos 22 años en agosto, cuando no volvió de permiso. "Le faltaban poco más de dos años para salir y estaba clasificado en tercer grado. Ya había disfrutado de más de 80 permisos en su vida penitenciaria y había participado en varios programas, reflejando un buen aprovechamiento de los mismos", dijo a FARO el director del centro penitenciario de Pereiro, Francisco González, a principios de noviembre.

El triple asesino había experimentado "cambios a nivel cognitivo, conductual y emocional" gracias al tratamiento en la prisión. "Su evolución penitenciaria había sido positiva, participando en actividades terapéuticas educativas, ocupacionales y laborales". Iglesias Espiño mantenía "una conducta estable de colaboración y convivencia ordenada en el régimen abierto". Por eso extrañó su ausencia.