Un jabalí rastreaba hace unos días el patio de Esperanza Vidal en la procura de alimento. Varias noches ha avistado a zorros merodeando su casa de la aldea de Fornelos, de unos 40 habitantes, según el Instituto Galego de Estatística (IGE). "Es muy frecuente que los animales vengan al pueblo. Ellos también buscan cómo vivir. Esto fue un desastre para todos". El fuego de octubre de 2017 abrió una enorme cicatriz en Carballeda de Avia, la zona cero en la provincia de Ourense de aquel desastre. En una sola noche, la del 15 al 16, las llamas arrasaron el 75% de la superficie. Una cubierta vegetal corrige el color negro ceniza que el desolador incendio imprimió en el monte. Pero los colores vivos son un envoltorio engañoso. "Lo único que hay son helechos. Te metes por los caminos y no encuentras ni una sombra".

Operarios de Tragsa proseguían esta semana con las labores de tala entre Muimenta y Vilar de Condes. Buena parte de la madera calcinada continúa en pie, enseñando solo el esqueleto de árbol muerto, sin un brote que aliente la esperanza - salvo en algún eucalipto aislado, que prolifera aun así-, recordando cada día la dimensión de lo que ocurrió hace un año. Fuentes de una empresa dedicada a la tala explican que la administración tarda en sacar a puja los lotes de madera quemada, y que algunas subastas quedan desiertas por la escasa rentabilidad, que a su vez disuade de vender a algunos propietarios.

"El miedo no terminó ese día"

"El miedo no terminó ese día"

"Aquel fue un día muy negro y triste", dice Esperanza sin poder frenar las lágrimas. El desastre permanece en la memoria colectiva del pueblo, unido por aquel dolor. "Ese miedo de aquella noche no terminó ahí. Durante las semanas siguientes, nos abrazábamos, hablábamos del incendio y llorábamos. De hecho, rara es la semana que no nos juntamos y sale el tema del fuego". El patrón de Abelenda das Penas -una parroquia de 285 personas- es San Sebastián. La fiesta anual se mantuvo después de la catástrofe pero "se hizo con mucha pena y tristeza. En la procesión muchos íbamos con lágrimas y abrazados".

¿El caos fue deliberado? "Un fantasma del más allá no vino a plantar", ironiza la vecina. "No sé quién se benefició a costa de nuestros disgustos, pero seguro que alguien obtuvo provecho, de una forma u otra". La escritora Marta Sanz resume en 'Clavícula', una novela introspectiva, cómo es la empatía en los momentos malos: "El dolor no es íntimo, es un calambre público". Pese al tiempo y la distancia, Esperanza Vidal ve un incendio en el telediario y sufre. "Sentimos horror. Me hizo daño lo que pasaba en Mondariz, rezaba por que lloviera o que, al menos, el fuego no se acercara a las casas, como aquí".