El hombre que mató a su mujer a cuchillazos en el Complexo Hospitalario Universitario de Ourense, Aniceto Rodríguez Caneiro, cuando se recuperaba después de intentar acabar con su vida a martillazos y fingir que los autores de las lesiones habían sido unas personas que asaltaran su vivienda familiar en Pazos (Verín), fue incinerado y enterrado en secreto por su familia el pasado sábado en el panteón que tiene en el cementerio de O Navallo (Riós), sin el conocimiento ni el consentimiento del párroco, José Manuel Méndez Fernández. Aniceto Rodríguez había fallecido el viernes, día 21 de septiembre, en el Centro Penitenciario de A Lama, por "causas naturales". Curiosamente, el sacerdote, que se había enterado de la muerte de Aniceto Rodríguez el domingo, día 23, revela que ofreció "una misa por ese difunto" el jueves, en solitario, "sin hacerlo público". Tomó él la iniciativa, "porque nadie suele acordarse del alma de esa persona; entonces tenemos que hacerlo nosotros, los sacerdotes".

"La familia lo incineró y lo enterró sin funeral y sin nada en el cementerio de O Navallo... Lo hicieron sin permiso, pero eso no importa nada", revela el párroco. José Manuel Méndez comprende que se trata de una situación dolorosa para la familia y para los vecinos, pero considera que deberían de comunicárselo, porque él no le negaría "nunca, jamás, jamás", que fuera enterrado en el cementerio, por horrible que fuera el crimen que hubiera cometido, después de oficiar el funeral correspondiente. Y, en ese sentido, señala: "Cuando hacemos un funeral es para pedir perdón por los pecados cometidos por esa persona". Y agrega: "Las honras fúnebres no se le niegan a nadie. Pero la familia tomó su decisión: 'Caladiños, pues caladiños'; hay que respetarlo".

El párroco lamenta que la familia no le hubiera comunicado el enterramiento, porque él estaba dispuesto a oficiar el funeral y proceder al entierro de la urna "respetando el anonimato, si así lo demandaba", aunque considera que "seguramente iría gente". Y se pregunta: "En el momento de la muerte, ¿de qué vale nada?", además de mostrar el deseo de que "haya tenido tiempo para el arrepentimiento", mientras cumplía condena de 31 años de prisión.

El párroco confirma que tuvieron que ser muy pocas las personas que depositaron la urna con los restos mortales de Aniceto Rodríguez en la sepultura, "porque yo estuve el sábado por la tarde en O Navallo y no me comentó nada ningún vecino". En ese sentido, añade: "Las cenizas puede llevarlas una persona sola, como si fuera a poner un ramo de flores al cementerio, y deja metida la urna en el nicho. Incluso pudo ir solo el de la funeraria".

Pese a lo ocurrido, el párroco de Riós aclara que está dispuesto a celebrar "una misa y todas las que haga falta por el eterno descanso de Aniceto Rodríguez".