A Manuel Posada se le encendió la bombilla en Angola, durante una expedición de trabajo para emplazar minicentrales en el río Luali y abastecer de electricidad a un municipio de la provincia de Cabinda. Para evitar la extinción de los peces, un alimento básico en la zona, diseñó un dispositivo de remonte y descenso que, a la vez, genera energía. La idea satisfizo la necesidad, y además su morriña. Cuando era niño, este ingeniero ourensano de 70 años recuerda un Miño repleto de peces en la ciudad de As Burgas. La expansión de presas en el desarrollismo franquista, a mediados del siglo XX, diezmó la fauna, desencadenando una disminución progresiva de salmones, lampreas, anguilas y otras especies, ausentes en muchos tramos fluviales. "De los 10.000 salmones que se pescaban en el año 1920 pasamos a 20 en 1998, 61 en 1999 y 58 en el 2000. Solo el 28% de la longitud total de los ríos gallegos es accesible al salmón", destaca.

Posada dio con la solución para repoblar los cauces y materializar, a la vez, ese recuerdo de su infancia. En enero logró patentar la "escalera de peces", un sistema que permite a los ejemplares salvar los embalses y otros obstáculos en sus migraciones a zonas de desove y cría. El mecanismo, que genera energía con la caída del agua en el descenso y la consume en la operación de remonte, acaba de ser galardonado con una medalla de oro en el 46º Salón Internacional de Invenciones de Ginebra. "No quiero morirme sin volver a ver salmones en Ourense", dice, porque no se llega a inventor sin ser antes entusiasta.

Posada, ingeniero industrial por la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona, empezó a investigar sobre su idea en 2012. El sistema, recalca, "ofrece una solución de alcance internacional, porque "el 99 % de las centrales a nivel mundial bloquean el movimiento de los peces. Los obstáculos que los humanos ponemos al libre tránsito de animales en los ríos terminan por exterminarlos".

En Colombia, subraya este ourensano de padre vigués, se han registrado episodios violentos por el impacto de una macrocentral que "está arruinando" la despensa piscícola. "El capital no tiene corazón, pulmón ni cerebro". Según dijo a la agencia Efe, "hay presas como la Grand Coulee -en el río Columbia, en el estado norteamericano de Washington- donde mueren hasta 100.000 peces al día cuando intentan pasar a través de las turbinas".

Reduce las emisiones de C02

La "escalera de peces" patentada por Manuel Posada es un sistema sencillo, que consiste en un tornillo giratorio cuya rotación es aprovechada para producir energía eléctrica almacenable en un generador. El mecanismo es sostenible: el remonte para que los peces puedan salvar el obstáculo de forma segura es posible gracias a un motor que eleva el agua empleando la energía de la turbina. El proceso requiere la monitorización de un operario para el control del cambio de dirección del tornillo.

Según el ingeniero, los caudales ecológicos "pueden producir más de 1.200 millones de kilovatios al año", un volumen de energía que, si fuera generada a través de combustibles fósiles, emitiría casi un millón y medio de toneladas anuales de gases de efecto invernadero. La instalación de escaleras de peces , enlaza Posada, "contribuiría en consecuencia no solo a mejorar el medioambiente fluvial sino a reducir significativamente las emisiones".

El ourensano sostiene que la adaptación de las presas requeriría "una inversión reducida" y que la rentabilidad se situaría en un 15% anual, por lo que estaría amortizada en 6 años y medio. En la actualidad, el proyecto se halla en una fase de estudio previo al desarrollo del piloto por parte de fabricantes de turbinas europeos. Con todo, Posada ya ha construido "una escalera de peces experimental, en un país de Europa que por ahora no desvelo", tras reunir la inversión con su propio capital y las aportaciones de amigos.

A los financieros "les cuesta dar el paso", dice con ironía, pese a que la venta de la electricidad sobrante generada por la "escalera de peces" permitiría financiar las inversiones "sin coste para el concesionario ni para la administración", asegura. Según sus estimaciones "en un estudio experimental bastante optimista", con una inversión de 160 millones de euros "en el Miño y el Sil podrían circular libremente los peces, aguas arriba y abajo, desde la desembocadura hasta Asturias, en los límites de Lugo y León". Y volverían los salmones de su infancia.