Julio R. G. veía que "en cualquier momento" podía producirse un encontronazo entre su familia y el holandés de Santoalla que terminara mal. "Martin estaba esquizofrénico". La armonía del principio entre familias y únicos vecinos fue degenerando por disputas de lindes, diferentes formas de ver la vida, denuncias cruzadas y, sobre todo, por los derechos del monte comunal. Martin Verfondern murió de un disparo el 19 de enero de 2010 cuando regresaba a la aldea de Petín tras hacer unas compras. El presunto autor, Juan Carlos R. G., en prisión preventiva desde que confesó a los agentes en diciembre de 2014, se acogió a su derecho a no declarar esta mañana, en el juicio ante el jurado que se celebra en la Audiencia Provincial de Ourense. Mantuvo la mirada clavada en el suelo toda la sesión. Tiene una discapacidad intelectual, "la mente de un niño de 7 años", según su abogada. Julio, su hermano, no llegó a acusarlo directamente -de hecho, no lo ve capaz de planear un asesinato- pero hizo un cambio de versión que lo incrimina. "Yo el tiro no lo vi, igual Juan Carlos lo dijo porque le gustaba quedar como héroe de algo, no sé", llegó a manifestar.

El encubridor, que ese mediodía llevaba hierba en un tractor a la aldea de Santoalla, donde vivían su hermano con sus padres y él pastoreaba al ganado, no vio ni sangre ni marcas de disparo en el coche del holandés cuando se lo encontró encendido en mitad del acceso a Santoalla. "Martin estaba tirado hacia un lado, lo toqué con la mano y estaba muerto". No fue testigo de que su hermano apretara el gatillo ni siquiera presenció que llevara una escopeta, que según la defensa solo portaba a veces por el pueblo y descargada, "como un juguete". Sí que lo situó en el lugar de los hechos instantes después de que él llegara. Era una zona por la que Juan Carlos no solía pasear, dijo. Entre los dos movieron el cuerpo sin vida del holandés a la parte trasera del Chevrolet Blazer. "No nos dirigimos la palabra", recuerda Julio.

Cazador y ganadero, conocedor de la montaña serpenteante y poco accesible de la zona, condujo durante 45 minutos por pistas de tierra y cortafuegos, junto al cuerpo sin vida de su vecino. "Iba cegado, con el corazón a punto de explotar, muy nervioso", declaró esta mañana. Ocultó el coche y el cadáver en un paraje de A Veiga, a 18,5 kilómetros de Santoalla, porque "lo único que se me ocurrió fue quitarlo de ahí por si mi familia podía tener un problema". El hermano quería proteger a Juan Carlos. "Pensé en esconderlo fuera y punto". Bajó el cuerpo del todoterreno y lo ocultó con unas ramas de pino. Hace justo cuatro años, gracias a la avería de un helicóptero que cuando retomó el vuelo vio un destello, se encontraron por azar los restos del holandés y el vehículo semicalcinado. Julio dijo hoy que él no le prendió fuego al Chevrolet, sino que "empezó a arder". Tras ocultar el cuerpo y el vehículo (la incógnita duró cuatro años y medio), desanduvo el agreste camino a pie.

En su primer informe, el fiscal Miguel Ruiz calificó la vida padecida por el holandés en Santoalla como "el salvaje oeste", por culpa de sus vecinos, la única familia nativa. "Consideraban que la tierra era solo suya". En su calificación provisional, previa a los interrogatorios de los acusados, pide 17 años de prisión por asesinato y tenencia ilícita para Juan Carlos. Julio quedaría exento como encubridor. Si se demostrara que maquinó el crimen se enfrentaría a 18 años. El hermano negó que hubiera un plan para acabar con el holandés. Las defensas reducen los indicios a "conjeturas" y "meras hipótesis". Por el momento, defienden la absolución.

El juicio ante el tribunal del jurado (6 mujeres y 3 hombres son los titulares) se reanuda mañana. Entre los citados, la Policía Judicial de la Guradia Civil que esclareció los hechos (hicieron más de 300 entrevistas, seguimientos, recreaciones, pinchazos e instalación de micros), "un cuerpo de élite, muy técnico y profesional", en palabras del fiscal, así como la viuda de Martin, Margo Pool, que en la actualidad es la única persona que sigue viviendo en la remota aldea de la montaña de Petín. Tras el cambio de versión del presunto encubridor, el fiscal renunció a varias declaraciones y pruebas.