Leo Bassi es un clásico de la Mostra Internacional de Teatro Universitario de Ourense, a la que hoy regresa con "El último bufón" (Teatro Principal, 22.00 horas), un espectáculo con el que vuelve al circo de espíritu libertario en el que nació.

-"El último bufón" ¿es un final o un regreso?

-Un final no porque me siento con muchísima vitalidad, tanta que es un acto de orgullo, de decir quién soy. Es un regreso porque cuanto más pasan los años más reivindico la herencia de mi familia y de las muchas generaciones de hombres y mujeres trabajando en pistas, carpas y plazas de Europa y de todo el mundo; el orgullo de ser parte de una larga cadena de aventuras y de hacer reír. Y "último" porque también me he dado cuenta de que el mundo ha cambiado radicalmente desde mi nacimiento hasta hoy. Las técnicas, la narrativa... es totalmente diferente. Nadie en las próximas generaciones va a poder conocer lo que yo he vivido.

-Con final me refería al del oficio de bufón, usted ya se ve que no ha perdido la vitalidad.

-Jajaja, sí porque estoy en edad de jubilarme, pero ahora es cuando las cosas se ponen interesantes porque tengo la sensación de que estoy aprendiendo mi oficio.

-¿Qué se ha perdido en ese cambio radical del que habla?

-Hay ventajas pero se ha perdido muchísimo, hoy todo se hace por pantallas. Es algo que toco en el espectáculo, se ha perdido la libertad de expresión y también la inocencia de la expresión. Cuando mi padre o mi abuelo salían ante el público, la gente estaba a dos metros y para cobrar se pasaba la gorra, no había subvenciones, había libertad absoluta. Tengo nostalgia de todo eso.

-¿Cuál es el mejor aprendizaje que le ha dado el circo?

-La sinceridad, la honestidad. Si eres malabarista no puedes fingir, no es como el máster de Cifuentes. En el circo no cabe todo este mundo de falsos. Bassi en Italia significa bajo, mi abuelo decía que hay que estar orgullos de ser de los más bajos y llamarse así porque más bajo ya no puedes caer. Esta conciencia de ser humilde, pobre, fracasado y tener el orgullo de hablar en nombre de todos ellos es el circo, gente de clase popular mostrando que el cuerpo puede volar y desafiar las leyes de la gravedad con el malabarismo. Todo lo que se hacía era una oda a la clase popular, para decirles somos pobres pero hemos conseguido esto, viajamos con nuestra carpa y nadie dirige nuestras vidas, no nos arrodillamos frente a ningún poder. Este espectáculo es una reivindicación de ese mundo. El 99% de la población vive como fracasado y el 1% es multimillonario.

-¿Necesitamos un levantamiento bufonesco? ¿Funcionaría?

-Llegaremos, porque esto va a ir a peor, hasta los pensionistas han entrado en el juego. No será a corto plazo pero empeorará y la naturaleza humana siempre acaba buscando una solución.

-¿Cuánto del provocador que es Leo Bassi hay en "El último bufón"?

-La vulgaridad, lo grosero... todo eso lo he hecho durante muchos años, era mi manera de reivindicar, pero ahora ves la televisión analógica y ¡hay tanta vulgaridad! Están haciendo lo que yo hacía hace 30 años. La nueva provocación es ser poético, filosófico, tener un discurso político claro y afilado, que se entienda perfectamente. Este espectáculo reivindica el papel del fracasado y eso es muy provocador. El neoliberalismo dice que tenemos que ser ganadores, tener el mejor coche... pero para ser más fracasado todavía. ¿Qué dice el payaso de verdad? Que no le importa nada la riqueza ni que se rían de él. Yo quiero reivindicar la fuerza de la calle, de los pobres.

-¿En la era de Instagram y las redes sociales, en la que lo que importa es la apariencia?

-Creo que todo esto es pasajero. Facebook se está cayendo. Al final se verá que los 'influencer' y todo eso son gente vendida al sistema y que no tienen nada que decir. El mensaje último es que la amistad o la risa es más importante que cuántos seguidores tiene uno. Los payasos se han hecho famosos y ricos, y yo también en cierto período de mi vida, pero eso es una narrativa falsa que tiene que ver con la publicidad. Llevo tres semanas con "El último bufón" y veo a la gente contenta, creo que es de sentido común y que no soy el único que piensa esto.