La juez de Instrucción 3, Eva Armesto, toma declaración en calidad de testigos a cuatro policías de la comisaría de Ourense que, el 9 de abril de 2016, el día de la muerte del compañero Celso B. A. de un tiro en su despacho, vieron, hablaron o se cruzaron en la comisaría con Roi D. L., uno de los policías gemelos investigados por un supuesto homicidio (la defensa sostiene que varios informes aluden al suicidio), así como otros 6 presuntos delitos relacionados con el robo de armas y los anónimos.

La juez acuerda esta prueba sin que, por ahora, se conozca el resultado de los análisis de la funda con sangre -atribuidos por los hermanos a los restos de la matanza del cerdo- ni del vehículo Volvo con el que Roi accedió al garaje a las 15.12 horas del 9 de abril de 2016. Fue estacionado en un lugar en el que solían hacerlo los gemelos: una plaza amplia de la primera planta del garaje que está fuera del ángulo de cámara y cerca de una puerta que conduce a un pasadizo que llega por las tripas del edificio a la galería de tiro. Cree la magistrada que desde así pudieron llegar sin preocuparse por las cámaras al despacho de Celso, en la quinta planta, donde el fallecido apareció muerto de un disparo en la cabeza con una de las pistolas robadas en el búnker entre 2014 y 2015 (otras dos aparecieron en un cajón y un archivador de ese cuarto).

En el conducto se recogieron en octubre de 2016 un total de 14 huellas cuya identificación no se ha confirmado. La defensa -que niega indicios de homicidio- esgrime que Roi, que ese día acudió por la mañana a comisaría para dejar otro vehículo, un Audi A5 que continúa incautado, salió por la tarde a hacer compras mientras Bernardo -ya de baja entonces- estuvo viendo partidos de pádel en el complejo deportivo de Monterrei, a 8,5 kilómetros y unos 10 minutos en coche (su móvil, sin tráfico de llamadas, ubicó en ese lugar al excompañero y exjefe de Celso en el departamento de prensa).