María Belén R. E. llevaba unos días con un comportamiento extraño, incluso sin comer, tras una reunión en Barcelona con un grupo sectario con el que se relacionaba. El 7 de abril de 2017 -el próximo domingo se cumple un año- la mujer de 57 años fue vista por última vez en la estación de autobuses, en estado de perturbación, según los testigos. Ni el hallazgo de su bolso un día después cerca del cementerio de Caldas, ni la línea de investigación de la secta, ni el rastreo de su teléfono móvil sirvieron para dar con ella. Su desaparición, llena de incertezas todavía hoy, es un ejemplo de una realidad compleja que se repite. Solo en la provincia de Ourense hay 23 casos de este tipo sin resolver en los últimos años, más otros dos de menores de edad, según las denuncias con las que trabajan la Guardia Civil y la Policía Nacional. Cinco del total están catalogadas de alto riesgo. En toda Galicia se desconoce el paradero de 132 personas en la actualidad. Hay 6.053 desapariciones de adultos rodeadas de incógnitas en el conjunto de España.

El jueves por la noche, un grupo de pescadores encontró un cadáver en el río Miño a la altura de Feá, municipio de Toén. A la espera de las pruebas de ADN, el cuerpo fue identificado como el de Juan Antonio P. C., un hombre de 43 años que permanecía en paradero desconocido desde que el 13 de enero, de madrugada, se marchó de su casa de Reza. El vehículo de trabajo apareció días más tarde aparcado en el barrio de Covadonga.

Falta la confirmación del ADN

El Miño, muy caudaloso estas últimas semanas tras la sucesión de borrascas, afloró el cuerpo la tarde del jueves. El 112 recibió el aviso después de las 20 horas. Fueron movilizados el GES de Ribadavia, Protección Civil y el Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento de O Carballiño, así como la Guardia Civil. El cadáver fue rescatado finalmente sin la necesidad de emplear una lancha zódiac.

El forense confirmó la identidad del cuerpo como el de Juan Antonio P. C., a expensas del resultado de las muestras de ADN. El cadáver no presentaba signos de violencia, lo que descarta la intervención de terceros en el fallecimiento.

Desde 2009, el Ministerio del Interior clasifica las desapariciones según el nivel de riesgo: limitado o alto. Siempre es elevado en el caso de menores, salvo en "circunstancias que hagan evidente la voluntariedad de la desaparición, como las fugas de los centros de internamiento o de acogida". Las dos desapariciones de adolescentes en Ourense son de este tipo.

Qué es un caso de alto riesgo

Policía y Guardia Civil catalogan la desaparición de un adulto como de riesgo alto -5 actualmente en la provincia- si se deduce la existencia de peligro para la vida o integridad física de la persona. Las hipótesis son variables, en función de cada caso. Desde el extremo de que existan indicios de un posible secuestro, a que la ausencia esté en contradicción con el comportamiento habitual, la falta de explicaciones, la inexistencia de mensajes o que la persona no se llevara efectos personales, documentación o el móvil, o hubiera abandonado su vehículo sin una razón aparente.

También podría catalogarse de alto riesgo la ausencia de una persona que pueda constituir un peligro para terceros -por ejemplo, si es violento-, si presenta una discapacidad física o mental, o carece de autonomía por edad, dificultades de movilidad o enfermedad. Se clasifican en este tipo de desapariciones las de personas que siguen un tratamiento médico o deben tomar medicamentos vitales, así como si la persona ausente se trata de una víctima de violencia de género, aun sin medidas de protección.

El apoyo de la tecnología

En provincias como Ourense, la orografía, las aldeas vacías, el envejecimiento o los problemas cognitivos de ciertos mayores, explican muchas de las desapariciones. Con una población que no llega los 315.000 vecinos, hay más de 7.200 kilómetros cuadrados de extensión, 2.600 localidades, pero el 90% de los núcleos tiene menos de 100 vecinos y el abandono amenaza 335 aldeas, y cerca de un 80% del territorio es monte. A veces los desaparecidos están cerca pero no aparecen. La Policía Nacional resolvió con éxito, en solo 9 horas, la ausencia de una mujer de 69 años con alzhéimer que no regresó a su casa tras ir a la peluquería, el viernes 23 de febrero. Además de coordinar a sus efectivos y pedir apoyos de otros cuerpos y servicios de emergencia -desde perros adiestrados a voluntarios a pie-, el nuevo comisario de Ourense, Juan Carlos Blázquez, llegó a requerir a Madrid drones con cámara térmica.

Previsora, la hija de la señora le había instalado una app en su teléfono móvil que describió su ruta desde el centro de la ciudad a la zona de Quintela, hasta que agotó la batería. Las autoridades apuestan por intentar poner la tecnología y los medios actuales al servicio de este tipo de personas con deterioro mental. Recomiendan el uso de dispositivos de localización en casos de riesgo.