Las grabaciones de las cámaras de seguridad recogen los 7 minutos de pánico que se vivieron en un supermercado de la Avenida Otero Pedrayo, en la zona universitaria de Ourense, el miércoles 11 de enero de 2017 a mediodía, en hora punta. El personal logró evacuar o refugiar a los clientes durante el asalto a punta de escopeta de un joven vecino de la zona que efectuó 6 disparos con la escopeta de caza de su padre. Bajó al súper armado, durante un brote psicótico. No hubo heridos. El caso ha llegado a la fase de juicio oral después de una instrucción rápida. El Penal Número 1 de Ourense, que aún no ha señalado la fecha para la vista oral, se encargará de la resolución. C. E. G. I., 36 años, se enfrenta a una petición de condena de tres años y medio de prisión, más multa.

La fiscal del caso, que se investigó judicialmente en Instrucción Número 1, atribuye al asaltante cuatro infracciones penales. El ministerio público solicita pena de cárcel y una multa de 1.500 euros por la suma de los presuntos delitos de tentativa de robo con intimidación e instrumento peligroso, daños, atentado contra un agente de la autoridad y tenencia ilícita de armas.

Además, la Fiscalía fija como responsabilidad civil en caso de condena algo más de 2.600 euros, por el importe de los desperfectos causados por el asaltante en su recorrido surrealista por el súper: arrojó al suelo el contenido de varios lineales y causó daños en el cristal de la entrada y en el falso techo.

Tras su detención -no ofreció resistencia y se tendió en el suelo, comiendo un plátano-, el juez decretó su ingreso en prisión con un paso previo por el CHUO para que fuera examinado y estabilizado por los expertos de psiquiatría, tras haber sufrido un trastorno psicótico.

Tras dos semanas ingresado en el centro, el encausado fue conducido a la cárcel de Pereiro de Aguiar, donde permaneció en prisión preventiva hasta el pasado mes de junio, cuando la Audiencia Provincial atendió la solicitud de la defensa y acordó la excarcelación sin fianza, con el informe en contra de la Fiscalía y revocando el criterio del magistrado instructor, Leonardo Álvarez, que temía un riesgo de reiteración. La petición de condena que plantea el ministerio público por estos hechos no es la más grave que podría solicitar atendiendo a los presuntos delitos. Rebaja la solicitud aplicando una atenuante por el estado mental del acusado en el momento de los hechos. La defensa considera que no cabe condenar a C. E. G. I. porque no era consciente de lo que hacía por causa del brote psicótico. Considera que el trastorno mental que sufría el joven en el momento de los hechos podría ser constitutivo de una eximente de carácter incompleto. El encausado tiene un tratamiento pautado.

Las cámaras describen el periplo del acusado por el supermercado Mercadona (la empresa también está personada en la causa), desde su llegada por la puerta del aparcamiento, con la escopeta en el brazo derecho, hasta su detención en la entrada principal. Son 7 minutos caóticos entre las 14.05 y las 14.12 horas. C. E. G. I. entró con una mochila y una escopeta de dos cañones paralelos con la que hizo seis disparos en el interior del supermercado. Hizo dos en el pasillo de las bebidas apuntando al techo, y además utilizó el cañón del arma para arrojar botellas al suelo.

Un total de cinco tiros impactaron en el techo del establecimiento y uno en el cristal de la entrada principal, cuando presuntamente tiró en la trayectoria de un policía local de paisano que, alertado por el revuelo, sacó su arma personal y conminó al joven a que soltara la escopeta. Según el relato de la acusación, C. E. G. I. hizo caso omiso a esa orden. Fue con el arma a la zona de la frutería y allí disparó contra un cartel que colgaba del techo. Acto seguido apuntó al municipal, que reaccionó refugiándose. El asaltante llegó a disparar uno de sus seis proyectiles contra el cristal de la puerta principal. Tras la detención, la Policía atribuyó al joven un posible delito de homicidio en grado de tentativa por el supuesto intento de agresión al agente. La Fiscalía no aprecia este delito y califica el comportamiento como un atentado a agente de la autoridad.

El encausado se hizo con el contenido de una de las cajas registradoras del supermercado -unos 1.200 euros en efectivo- y se lo introdujo en los bolsillos, siendo detenido poco después por el policía local y varios nacionales desplazados al lugar de los hechos, sin que en ese momento opusiese resistencia alguna. Había dejado las escopeta en la cinta de una de las cajas de cobro, encendió un cigarrillo y se comió un plátano. En la mochila con la que accedió al supermercado llevaba munición de la escopeta y una botella de plástico con una sustancia que resultó ser gasolina.