Marcelino Martínez Fernández falleció ahogado por el humo el domingo por la noche en Carballeda de Avia, cuando intentaba salvar a sus ovejas del fuego. Tenía 78 años. Se había criado en Cuba, a donde había emigrado ya su abuelo desde el mismo lugar que había convertido en su hogar, Abelenda das Penas, entre finales del siglo XIX y principios del XX. Con trabajo duro, la familia conseguía reunir algo de fortuna y construyó una casa, pero el estallido de la revolución liderada por Fidel Castro truncó su plan de vida y, en la década de los 50, se vieron obligados a volver a sus orígenes. Marcelino contaba por aquel entonces con 20 años.

Una vez en Abelenda, la familia levantó la casa en la que Marcelino vivía hasta el pasado domingo con su esposa, Leonor, con la que tuvo dos hijos. De joven no vio mucho futuro en Galicia y enseguida hizo las maletas de nuevo para emigrar. Llegaría a tres países diferentes: Estados Unidos, Holanda y Suiza. Allí trabajó siempre en la industria, hasta que finalmente decidió regresar a su pueblo natal en O Ribeiro. Marcelino Martínez se centró en sus viñedos. Dicen los vecinos que sus uvas eran de las más apreciadas de la zona.

Así comenzaba la militancia de una persona comprometida con su tierra. Primero, como concejal por el Partido Popular, en los primeros años de existencia de la organización conservadora, y posteriormente se uniría al PSOE, por el que también fue edil. Su compromiso con la agricultura y el rural, su fe en que debían de ser una forma de vida digna, le llevó a ser estrecho colaborador también del sindicato Unións Agrarias.

El alcalde de Carballeda, Luis Milia, definía a Marcelino Martínez como un gran amante de los animales y como un hombre que daba "muy buenos consejos". Su pasión por la fauna y la naturaleza le había llevado, tras su jubilación, a centrarse en la repoblación de sus tierras con especies autóctonas y en la cría de ovejas. "Les quería tanto que no pudo soportar la idea de que les pasase algo y eso lo mató", lamentaba Luis Milia.