El olor a licor café inunda los momentos festivos de los ourensanos; su sabor dulce y cremoso, ya no digamos. Es la bebida alcohólica de alta graduación (15-40º) que más une en la provincia, siempre está presente sea el contexto que sea. Baja lento por la garganta hasta posar, y ahí es cuando uno se da cuenta de que, excepciones aparte, tiene algo de especial. Ya sea casero o de producción industrial, tanto los oriundos como los extranjeros catalogan el "elixir" de Ourense como el mejor de Galicia. Los expertos lo corroboran, y es que la marca Icatú, de la empresa auriense Ecos da Pedra, recibió a principios de agosto el reconocimiento a la mayor exquisitez posible.

Destilerías

"El licor café es ideal para tomar como sobremesa, a modo de chupito acompañando cualquier variedad de dulce -bica, bizcocho, rosquillas, cañas etc.-; para ambientar una fiesta o una reunión familiar; y también en el sector de la noche", afirma Rebeca Soto, administradora de la destilería ribadaviense Xestal, una de las pocas de Ourense que produce el aguardiente en sus propias instalaciones. Soto pertenece ya a la tercera generación que lleva las riendas de la empresa, con una historia de 50 años detrás, lo que les da esa experiencia para conocer de primera mano lo que le gusta al público. La clave de su éxito se basa en el uso de la uva procedente de la denominación de origen de O Ribeiro. Además, emplean café de Brasil y "azúcar 100% natural que le da presencia y calidad" a su "producto estrella". Lo que le diferencia del resto es "ese toque secreto que no se puede desvelar", sentencia Rebeca.

Otra de las empresas más introducidas en el mercado es Ecos da Pedra, artífice de Icatú, marca que recibió la Medalla de Oro de la Fundación Luso Galaica al mejor licor café artesanal de Galicia. "Empleamos las recetas que utilizaban las tías de mi padre", explica Diego Soto, el creador de la firma afincada en Parada de Sil. Según cuenta, la clave de su producto está en el café, totalmente original -de Siboney-, que luego mezclan "con un aguardiente envejecido de O Barco de Valdeorras, dándole a todo muchísimo tiempo". "En la contraetiqueta siempre recomiendo que el producto puede funcionar como un aperitivo o como sobremesa principalmente, y se debe tomar a temperatura ambiente", afirma el responsable, quien cree que la mejor forma de acompañar el licor café es "con frutas, mermeladas y la típica bica".

Lo curioso de Ecos da Pedra es que vende muy poco a ourensanos -quienes prefieren la alternativa del mejunje hecho en casa-, pero sí lo exporta a otros lugares del país, donde es muy apreciado: "Hay muchos gallegos emigrantes que están valorando que el licor vuelva a ser lo que era; también me compran turistas que pasan por la bodega y gente de A Coruña, Madrid, Valencia, Cataluña, Granada, Sevilla, etc., porque hay demasiada producción en B aquí en la provincia". La compañía fabrica unas 7.500 botellas, y es su mismo creador quien las etiqueta y enumera una a una, por lo que "es un producto muy cuidado", diferencia Diego Soto.

En el establecimiento de venta de alcohol Santorum, sito en la zona vieja de Ourense, suelen entrar visitantes llegados tanto de España como de otras regiones; son los activos del bien embotellado: "Vienen a comprar sobre todo licor café y crema de orujo", aclaran, "ya que los vecinos de la provincia beben del que hacen ellos mismos, aunque no sepan si es bueno o malo".

Algunos expertos sitúan el origen del licor café como tal en Jamaica hace más de 400 años. Por lo que respecta a Galicia, la obtención del orujo de la uva se comenzó a practicar en los siglos XVI-XVII -a la par de la elaboración del vino- en los ambientes farmacéuticos de boticas privadas o institucionales de Ourense. Por entonces, el uso de estos brebajes era doble: como bebida y como remedio para curar las enfermedades de nuestros ascendientes.

Su consolidación final llegó a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando se elevó su consumo de forma destacable. Esto se debió a la reducción de los ingresos de las familias dedicadas al sector vitivinícola, quienes en ese momento, se vieron obligadas a comercializar sus excedentes o a transformarlos para poder ganarse la vida. Se cree precisamente en este punto nació el licor café: aguardiente -resultado de alambicar el bagazo de las uvas- mezclado con café, básicamente.