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Interrogantes en la tierra de la patata

Productores y almacenistas de A Limia muestran su desconocimiento ante una plaga localizada a sólo 160 kilómetros de sus cultivos y que supondría "el fin del sector"

José y Héctor Mayo, agricultores de Trasmiras. // Jesús Regal

La patata es el motor económico de A Limia. Una medida de erradicación de plaga que suponga como mínimo interrumpir la siembra durante dos años sería el fin del sector, la ruina. Es tal el miedo a que algo como lo que se plantea para los 31 ayuntamientos de A Coruña y Lugo en cuarentena por la presencia de la polilla guatemalteca pueda ocurrir, que los agricultores empiezan a estar nerviosos. Quieren que alguien, de forma oficial, les diga que no hay por qué preocuparse. Y en caso contrario, que les hablen con franqueza y les den las instrucciones para hacer frente a esta nueva amenaza.

"Somos un sector profesional y trabajamos con profesionalidad, hemos tomado las medidas preventivas para evitar el epitrix (conocido como pulguiña) y tenemos los medios humanos y materiales para hacer frente a lo que venga", afirma un empresario almacenista. El problema es que ningún organismo oficial les ha dicho todavía a qué enemigo se enfrentan.

La polilla guatemalteca destruye el tubérculo y no existe todavía un producto químico eficaz para su eliminación. A la espera del decreto del Ministerio de Agricultura que regule las acciones en los municipios afectados (31 en Galicia y 4 en Asturias), los productores de A Limia confían en que se tomarán todas las medidas para evitar que la plaga se extienda a sus tierras. "Lo único que pedimos es que nos informen y que no dejen venir el problema", apunta Luisa, agricultora con una explotación de 30 hectáreas y más de 20 años de dedicación.

El mensaje de tranquilidad trasladado por la directora general de Ganadería, Agricultura e Industrias Agroalimentarias de la Xunta, Belén do Campo, en una reunión esta semana en la que estuvo presente la portavoz de la Asociación de Empresarios Gandeiros e Agricultores da Limia, Adegal, se ha tomado con cautela, sobre todo porque ningún productor ha recibido nada por escrito que les confirme que la comarca está fuera de peligro.

De hecho, alguno desconoce todavía de qué tipo de larva se está hablando, en la creencia de que la verdadera amenaza es la "polilla de Sevilla", que afecta sobre todo en agosto y que también destruye el interior del tubérculo mediante galerías. El control químico es eficiente en este caso, pero sobre todo, explica Antonio, "enterrar bien la patata para que no entre la larva, que es lo que hacemos nosotros, y regarla con agua para que la tierra no se agriete". Además, apunta, "ese bicho no aguanta las bajas temperaturas y aquí el frío juega a nuestro favor, alguna ventaja tenía que tener pasar noches bajo de cero".

En todo caso, ayer por la mañana confiaban en que Adegal, que les convocó para una asamblea a las 15.00 horas, aclarase sus dudas. La portavoz de la entidad, Laura Rodríguez, explicó por la tarde que la reunión era rutinaria y que no tenía como objeto abordar este problema. En todo caso, afirmó, la asociación "no va a hacer ningún pronunciamiento".

Entretanto, el nerviosismo va en aumento. Empresarios que prefieren mantenerse en el anonimato afirman que el sector está "asustado" y que hay "muchísima crispación".

Los cultivos de la patata en A Limia ocupan una extensión de 3.000 hectáreas y son 350 los agricultores que de forma directa viven de este sector. Pero no son los únicos que se verían afectados por una hipotética afectación de la plaga, sino que son muchas las ramificaciones, desde las empresas de maquinaria agrícola a las tiendas de fitosanitarios. "Son muchas las personas que viven de la patata y que comen de ella todos los días del año, es un problema serio que hay que abordar", indica uno de estos empresarios.

A pesar de la inquietud y la incertidumbre, los productores mantienen la calma. José Mayo, que tiene una explotación en Vilaseca, Trasmiras, en sociedad con su hijo Héctor, se muestra optimista: "Yo creo que a nosotros, si la controlan bien, no nos llegaría", apunta José, "porque una vez que saben que existe la polilla y dónde está, tienen que actuar rápidamente".

No obstante, la explicación de que la polilla guatemalteca no soporta bajas temperaturas y no sobreviviría en A Limia no convence del todo a este agricultor que no oculta cierta preocupación ante el cambio climático: "Dicen que aquí no se daría por el clima, pero si se da en Lugo? Además este año no hizo nada de frío ¿entonces?". Si la plaga llega a A Limia y la solución es parar dos años la producción, apunta, "solo nos quedaría cerrar".

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