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Un ourensano confiesa el doble asesinato de su mujer y su suegra en Vizcaya en 2014

Benito Quintairos las golpeó y asfixió: "Estaba saturado con una deuda y mi mujer se negó a ayudarme; perdí el sentido común" - Después fue a su carpintería e intentó incendiarla

Una prima del asesino confeso, ante la casa familiar de Atás (Cualedro) de donde es oriundo. // Brais Lorenzo

Las deudas lo acuciaban y su esposa no estaba dispuesta a ayudarlo como otras veces, trata él de justificar. El ourensano Benito Quintairos Folgoso, de 55 años, la golpeó y asfixió hasta la muerte y también acabó con la vida de su suegra, de la misma manera. Ocurrió en diciembre de 2014 en el domicilio familiar, en la localidad vizcaína de Abadiño. Ayer, en el juicio con jurado celebrado en la Audiencia de Vizcaya, el hombre oriundo de Atás (un núcleo de 66 habitantes del concello de Cualedro) se confesó culpable del doble crimen. La vista se prolongo hasta el día 21. Un tribunal del jurado dictará el veredicto. Quintairos afronta peticiones de condena de 43 años de cárcel y hasta 300.000 euros de indemnización por dos asesinatos con el agravante de parentesco y un delito de daños.

En la declaración prestada ayer ante en la primera sesión de juicio, el acusado, en la prisión de Basauri de manera provisional desde su detención por el crimen, asumió el doble asesinato y aceptó pagar por él, a la vez que pidió perdón "principalmente" a su hijo, así como al resto de familiares y amigos. Su argumento es que en diciembre de 2014, cuando tuvo lugar el doble crimen, "estaba saturado con una deuda de la empresa y mi mujer se negó a ayudarme, cuando siempre lo había hecho ayudado en ocasiones anteriores. Actué instintivamente, perdí el sentido común, y también el control de la situación y de mi vida", ha justificado, según la información recogida por Efe. La mujer acababa de prejubilarse tras 41 años de trabajo y había recibido una importante cantidad de dinero. El acusado pretendía que lo invirtiera en su empresa, pero la víctima prefería ahorrar el dinero para el futuro.

A preguntas del fiscal y de su defensa -el ourensano se negó a contestar al resto de las partes personadas en el juicio- el 10 de diciembre de 2014 se levantó de la cama a las 6.30 horas de la mañana, como hacía habitualmente, y antes de ir al trabajo, su esposa se despertó e iniciaron la discusión.

Tenían 58 y 88 años

"Se negó en redondo a ayudarme", mantuvo. En ese momento golpeó a su mujer, Mari Luz Alejo, de 58 años con una barra, después le tapó las vías respiratorias hasta que "dejó de forcejear", relató ayer. Actuó de la misma manera con su suegra, Amelia Rodríguez, de 88 años, que dormía en otra habitación y se sobresaltó gritando "¿qué pasa, qué pasa?". En ambos casos, tal y como reconoció ayer en el estrado, soltó a las víctimas cuando dejaron de moverse aunque creyendo que se habían desmayado, según su versión.

De inmediato, se dio cuenta del "horror" de lo sucedido y se dirigió a su empresa, una carpintería de madera y aluminio llamada Zuhaitz y ubicada en la localidad de Atxondo. Según sus palabras en la vista, su trabajo era la "culpa" de su "desgracia", por lo que supuestamente pensó en "suicidarse" y en destruir la empresa con él. El ourensano prendió fuego al taller y se colgó por los pies de una plataforma elevadora, pero no falleció. Minutos después llegaron trabajadores de la carpintería y le descolgaron. El fuego también causó daños en las empresas colindantes.

Creen que simuló un atraco

Quintairos estaba colgado por los pies, maniatado y amordazado, por lo que los investigadores consideran que pretendía fingir un atraco, En el juicio está prevista la declaración de 11 testigos, entre familiares, empleados del acusado y la mujer con la que Quintairos mantenía una relación extramatrimonial y con la que tuvo una hija una semana antes del doble homicidio. También testificarán trece agentes de Policía Nacional. Como peritos, prestarán declaración cuatro forenses y varios especialistas en psiquiatría, que determinarán el estado mental del acusado.

El macabro suceso perturbó la tranquilidad de la aldea de Atás, Cualedro, en 2014. Del pueblo, donde residían un tío político y una prima, partió a los 16 años Benito Quintairos, uno entre 6 hermanos (5 varones y 1 mujer), para labrarse un futuro en Euskadi. Aquella Navidad iba a regresar junto a su hijo y su esposa víctima para reunirse con sus parientes ourensanos a pasar unos días de vacaciones. También lo hacía en verano con motivo de las fiestas parroquiales. Su prima no daba crédito: "Era un hombre estupendo, qué habrá pasado por su cabeza", decían, incrédulos.

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