¿Y cómo se vive el día a día con los refugiados? Nos comenta Óscar Pinal que "de comer nunca hay problemas, porque nosotros teníamos dinero y, ellos, en este caso, también. Son gente que vivían en ciudades como nosotros, pero vendieron absolutamente todo para poder pagar 15.000 dólares por persona para una patera. Para pasar Turquía primero, pagaban 10.000 dólares; para pasar de Turquía a Lesbos, a Mitilini, tenían que pagarles a las mafias... Ellos llevaban una mochila encima con todo lo que tenían en este mundo, entonces, llegaban con lo puesto, a lo mejor llevaban 50.000 dólares y, por el camino, las mafias les iban quitando para viajes, para extorsión, para ropa, etc.".

"Una de las cosas que más me llamó la atención es que en los campos, los locales de la zona explotaban a los refugiados. Si una tarjeta de teléfono costaba una moneda local, a ellos les pedían 20 porque sabían que tenían 'pasta'; y yo se lo decía todo el tiempo: '¡Cuidado, no paguéis más, se están riendo de vosotros!'", añade.

Sin duda, los más pequeños son los grandes damnificados de todas estas tristes historias: "Los niños lo viven diferente porque se están divirtiendo en un charco, pero es el mismo charco que inunda la tienda en la que están durmiendo. Lloran de vez en cuando, lo pasan mal porque no comen a todas horas, no hay higiene casi? pero ellos lo viven más despreocupados que los padres", relata mientras señala una foto de un padre que lleva a hombros a su hijo parapléjico, durante 20 días, alternando con el tío.

"Los refugiados son muy abiertos, te tienes que ganar a la gente porque la dignidad es lo primero. Había fotógrafos, cámaras y periodistas que llegaban y agobiaban con el móvil. Hubo un redactor que me dio un codazo y me tiró a un lado porque había un niño al que le estábamos ayudando dándole agua -se acababa de desmayar- y él se puso con el IPhone a grabar; le dije: '¡Muy buena suerte con el vídeo que vas a hacer!'. Luego, vino y me pidió disculpas".

Pinal también nos admite las buenas relaciones que mantenía con la gente de los lugares: "Los refugiados me contaban su historia, su camino? Sigo en contacto con algunos, con otros no porque las tarjetas de teléfono las van perdiendo al cambiar de país. Pero, muchos me dicen que están muy bien, hay dos chavales que están en Múnich, Basel y Alí, uno es pintor y el otro es un rapero, ambos están integrados por el programa que les da el Gobierno germano".

"Si pongo este material en blanco y negro, sería como documentar la II Guerra Mundial, continuamos repitiendo los errores", sentencia Óscar Pinal.