Un importante número de ourensanos, cámaras y medios informativos asistieron con expectación a la Procesión del Desplante, en la que el obispo y los integrantes del cabildo catedralicio se despidieron, con un rictus de cierta tensión, de las autoridades municipales, una tradición que se mantiene desde la edad media, como recuerdo de las disputas que mantenían por el gobierno de la ciudad. "Había bastante interés por comprobar si nos peleábamos de verdad", comenta con ironía el deán de la Catedral, José Pérez Domínguez.

Pero al final se que quedó todo en el frío saludo de despedida que realizaron el obispo y los miembros del cabildo, con "una inclinación suave", desde la parte más alta de la escalinata de la iglesia de Santa María Nai, dirigido a los miembros de la corporación y autoridades militares, "de una forma respetuosa, pero a distancia".

Algunas fuentes atribuyen estas "diferencias" a la competencia que había entre ambas entidades, por el poder que ejercían en la ciudad, las tasas y las barcas del Miño. Sin embargo, el anecdotario popular se nutre de otras leyendas. Una de ellas atribuye el enfado del cabildo a que el Concello no había aportado fondos para arreglar la escalera.

Un grupo de fieles acompañó la imagen de Santa María Nai desde su iglesia a la catedral, a las once y media. A las doce empezó la misa en la basílica ourensana, presidida por el obispo, Leonardo Lemos. A las 13 horas se realizó la Procesión del Desplante, desde la Catedral hasta la Iglesia de Santa María Nai, donde se escenifican todos los años las diferencias que hubo entre el cabildo y la corporación municipal.