En Laza el entroido empieza a sentirse con las campanadas de Fin de Año por eso cuando acaba deja un vacío y un silencio que solo se supera con terapia social. "Existe unha depresión postentroido", explica Manuel Quinta, vecino, peliqueiro y autor del Testamento do Burro que esta tarde se pronunciará en el triste Enterro do Entroido de Laza. Cuando todo termina y los centenares de visitantes se van, los vecinos se reúnen en los bares, alargan las conversaciones en las calles o en la panadería rememorando cada detalle de lo vivido para prolongarlo un poco más.

Todos los días del ciclo festivo son especiales pero el de ayer es el más intenso y más concurrido. Arranca con la Farrapada y la Xitanada dos Burros en la Picota por la mañana, una fiesta que ha pasado de ser una especie de juego del escondite entre vecinos que se arrojaban unos a otros sin ser vistos trapos empapados en barro a una guerra abierta entre visitantes herméticamente vestidos con impermeables y gafas de buceo. La lucha no se detiene hasta que llega la Xitanada dos Burros, una comitiva que recorre el pueblo con música y baile parodiando a los que antaño hacían la ruta de Castilla. Los vecinos los reciben y les dan de comer. Su paso por la Picota marca el fin de la Farrapada, porque, como explica Manuel Quinta, solo hay dos momentos que detienen esta guerra la Xitanada y los peliqueiros, cuyo hábitat natural es esa plaza. En esta fiesta existe también la figura del "maragato" que es el personaje antagonista, "todo o contrario do que debe ser un peliqueiro". Su vestir es andrajoso y se tira por el suelo ridiculizándose a sí mismo.

Al pasar la gitanada el ruido cesa y la Picota se va recuperando y preparándose para la siguiente, la bajada de la Morena desde Cimadevila. Este es el momento más esperado y sucede por la tarde, casi sin tiempo casi para la siesta. Mientras la multitud espera en la plaza, la pieza de madera con cuernos que representa a una vaca que algún día en tiempos remotos anduvo escapada embistiendo a los vecinos, y en particular a las vecinas, baja acompañada de cobelleiros y vecinos con tojos y sacos llenos de tierra y hormigas. "Cando chegan á Picota é o descontrol total", explica Quinta. La gente corre de un lado para otro intentando protegerse y por el aire vuelan puñados de tierra y hormigas rabiosas recogidas los días previos en los montes de Laza. Horas antes de la bajada de la Morena se ponen al calor para que estén bien espabiladas. Los asistentes se enfundan de arriba abajo para que no quede ni un resquicio por el que se cuelen los insectos y solo los más valientes se atreven a quitarse la camiseta.

La "hecatombe" finaliza con el reparto de cachucha y vino. Hoy salen los peliqueiros veteranos por la mañana. Por la tarde hay desfile y Testamento do Burro a las 19 horas.