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La doble orfandad de Vilanova

Los vecinos dan fe de la bonhomía de la víctima y ansían la recuperación de su símbolo, la Virxe do Cristal - El crimen disparó el temor a más robos

Manuel, en su bar, mira la última foto de la imagen robada. // B. Lorenzo

Manuel Curros Enríquez divulgó la leyenda de la Virxe do Cristal y Xosé Luis Méndez Ferrín dedicó un poema en 1982 que sería traducido a 18 idiomas. Con sus raíces familiares en Vilanova dos Infantes, Ferrín dijo a los pocos días del crimen que el asesinato del sacerdote Adolfo Enríquez, unido a la desaparición de la venerada imagen, una de las más pequeñas del mundo, era "un drama tremendo para todos, ateos e cristiáns". Es la sensación que embarga a esta localidad de origen medieval de las Terras de Celanova. El arresto de los presuntos asesinos del sacerdote, al que recuerdan unánimente como un hombre "generoso y bueno", alivia en cierta medida el luto. "Desde que mataron a don Adolfo queremos que se haga justicia y al menos se ha avanzado. Ahora no perdemos la fe de que pueda aparecer la imagen de la Virgen, aunque sea algo material, porque ella está presente".

El asesinato, sobre todo, pero también el robo de la talla del siglo XVII, una policromía insertada en un vidrio por métodos que la ciencia actual aún no sabe definir, fueron acogidos como la pérdida de dos símbolos, sumiendo a los vecinos en la tristeza. También alentó el miedo. "Mucha gente compró perros confiando en que los avisaran si alguien entraba a robar", dice Manuel Riestra, dueño del bar del pueblo. "Hace 3 días se fue la luz en la plaza y oí ruidos. Estuve a punto de llamar a la Guardia Civil. La sensación de miedo es generalizada y las puertas están muy cerradas desde que pasó lo que pasó", apunta en la misma línea Mar Rodríguez, que vive en la plaza mayor.

En Vilanova residen unas 90 personas, lejos del medio centenar que llenaba las callejuelas del burgo medieval el siglo pasado. En 1969 Adolfo Enríquez se convirtió en párroco de San Salvador, ligando su vida a Vilanova. Sus gestos y obras se granjearon el aprecio de los vecinos. "En su casa todo el mundo se sentía de la familia. Lo que le hicieron no se hace a una persona tan buena", dice, emocionándose, Julio Rodríguez.

Autoridades, vecinos, miembros de la Iglesia y ciudadanos de varios ayuntamientos convirtieron la última edición de "Raigame", que coincide con las Letras Galegas, en un acto de homenaje al fallecido para clamar justicia. Varios crespones lucen todavía en las viviendas de la aldea. Del kilómetro cero, cerca de la torre medieval, parte la calle que mantiene viva la memoria del religioso, a quien el arcipreste de Celanova, Cesáreo Iglesias, no duda en calificar de "mártir". "Era un gran hombre y murió como tal", subraya.

Cerca de la rectoral era muy habitual la ida y venida de mendigos y personas necesitadas a los que el sacerdote siempre abrió la casa. Ya hace décadas, se había encargado de gestionar ayudas para pensiones de sus vecinos, y esa generosidad la practicó hasta el final con propios y extraños. "Iba al súper para dar de comer a los que venían a pedir, les ofrecía su ducha, les pagaba viajes para que trajeran a familiares...", recordaban ayer en Vilanova.

Hace unos años, los vecinos hiciero una colecta para al sacerdote un viaje a Jerusalén, con motivo de sus 50 años oficiando. De Tierra Santa llegó con un mayor fervor religioso aún y más voluntad de ayudar a los necesitados. A las puertas de la rectoral de Vilanova, donde fue asesinado a golpes el 10 de marzo de 2015, presuntamente por individuos que ya habían ido a pedir dinero alguna vez, una placa loa su figura como custodia del símbolo de la localidad. Don Adolfo, que todo lo dio, "acabó entregando su vida".

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