El corazón urbano del motor industrial de Galicia también escudriña la luna en busca de la mejor fecha para plantar y recolectar patatas. O destripa con el sacho terrones, maleza y guijarros, codicioso de la tierra más fértil. Dos veces por semana 484 vigueses -buena parte del centro de Vigo- acuden a los seis huertos urbanos que el Concello tiene repartidos entre Fontáns, Camelias, Navia, Teis, Sardomela y Casa da Xuventude para cuidar sus cultivos y recibir lecciones de agricultura ecológica. Científicos, contables, parados, amas de casa... Con veteranía en la siembra o sin la menor experiencia sobre cómo cavar una zanja, jóvenes y jubilados, se dan cita en los huertos para disfrutar del placer de servir en la mesa los frutos de su trato con la tierra.

La iniciativa de los huertos urbanos, enmarcada en el programa "Camino a camiño" del Concello, arrancó a principios de 2013 con una experiencia piloto en Camelias. "El resultado fue muy bueno, así que después llegaron los de Fontáns, Navia, Teis...", recuerda Gerardo Fernández, uno de los coordinadores de las fincas. En poco más de un año desfilaron por el aula donde se imparten las nociones básicas de cultivo, en Vigozoo, cerca de 600 personas, de ellos casi medio millar trabaja de forma activa en las leiras. Otras, permanecen en lista de espera. "Primero les damos un curso para que sepan lo necesario y qué se van a encontrar en la huerta", apunta Fernández. Entre las lecciones: manejo de los aperos o cómo plantar y regar las semillas en los bancales que dispone el Concello; de 6x1 metros, cada usuario dispone de su propio rectángulo para el cultivo.

Ya sobre las parcelas se ahonda en la "agricultura ecológica" -los químicos agresivos están desterrados- y, clave, el respeto por el campo. "Hay una labor pedagógica muy importante; intentamos que se acerquen a la naturaleza, enseñar el respeto al medio...", comparte Fernández, quien resalta la camaradería que se fragua entre bancales. Algunos sembrados son "comunitarios" y la red dispone incluso de espacios, como en el zoo, donde los voluntarios preparan semillas o purines. Todo el material lo aporta el Concello, aunque en ocasiones -aporta Fernández- los propios usuarios llevan simientes compradas en ferias. El objetivo, apunta Chus Lago, concejala de Medio Ambiente y Juventud, pasa por que los huertos lleguen a ser "autosuficientes".

"Desconectar" en el campo

Diversos son los perfiles y diversas son las razones que animan a los "nuevos granjeros" de Vigo. "Hay gente que viene por condición ecologista y acuden con sus hijos para educarlos; otros quieren disponer de sus propios tomates o hierbas aromáticas; hay también quien busca desconectar, despejar la cabeza de los problemas del día a día...", enumera uno de los coordinador de las fincas. Caso peculiar es el de Puri Fernández, directora del colegio de infantil y primaria de Candeán y que esta semana estrenó bancal en el huerto municipal de Pedro Alvarado, en Teis. Su objetivo, explica la docente, es "aprender" técnicas de cultivo ecológica para después aplicarlas en el invernadero que este curso se montó en la escuela con ayuda de la Asociación de Madres y Padres (AMPA) y la Comunidad de Montes de Candean.

"Este es el Año Internacional de la Agricultura Familiar y queremos poner en valor las huertas de los abuelos de los niños... Pero necesitábamos formación y el acceso a esas lecciones no siempre resulta fácil", explica la directora del colegio, agradecida de que "Camiño a Camiño" inicie su curso de cultivo desde las nociones más básicas. Otros usuarios, como Asunción Alonso, vecina de Lavadores que cuida desde hace un año un bancal en la finca de Fontáns, encuentran en la iniciativa municipal un enfoque distinto de la agricultura, que practica desde hace años. "Yo ya sabía que es cultivar el campo, pero a la familia le chocan las nuevas técnicas ecológicas que empleamos", revela Alonso, quien acude a la leira con su prima, Maribel Alonso.

José Lloves vive en Avenida García Barbón y enumera con orgullo los vegetales y legumbres que "mima" desde finales de 2013 en la parcela de Pedro Alvarado. "Tenía un huerto en Soutomaior donde hice mis pinitos; pero entonces trabajaba y no podía dedicarle mucho tiempo, ahora estoy jubilado" -relata, satisfecho de su trabajo- "Es una idea estupenda para los que no tenemos la posibilidad de tener una finca propia donde cultivar; ver cómo brotan las semillas es maravilloso". De su mismo barrio, María Concepción Pérez, perito mercantil, empezó esta semana en Teis atraída por el influjo de la naturaleza. "Quien siembra una semilla, siembra una esperanza; la vida urbana estresa e integrarse en el campo, en cierto modo, te despeja la mente", reflexiona Pérez. En su bancal de Pedro Alvarado, la mujer rememora además los árboles frutales que cuidaba su padre en Argentina cuando ella era aún una chiquilla. Casos hay también, como el de Manuel Muinhos, vecino de Avenida de Galicia, en que las lecciones aprendidas en el huerto urbano sirven después para mejorar la huerta particular. "En casa tengo una pequeña y las lecciones ecológicas me resultan interesantes", aclara Muinhos.

A Marisol González le animó a participar en las leiras urbanas su marido, José María Lloves -también usuario de "Camiño a Camiño"- y el consejo de los doctores que la tratan. "Empecé en Pedro Alvarado en mayo de 2013, después de operarme; los médicos me lo recomiendan y yo creo que es una terapia muy buena", relata González, quien ya ha sugerido a conocidos que, como ella, acuden a quimioterapia, que sigan su ejemplo. "Yo vivo en O Calvario e ir hasta la huerta supone para mí dar un paseo que me sienta bien. Una vez allí me facilitan mucho las cosas para hacérmelo todo más sencillo", comenta González. En la parcela le entregan, por ejemplo, una banqueta para que pueda descansar cuando se nota agotada. Un sombrilla la protege de los rayos del sol.

Desde Navia, Ángeles Crespo rompe el mito de que para cuidar un huerto urbano es necesario invertir mucho tiempo. "El horario es muy flexible y uno de los dos días que acudimos es el sábado por la mañana", recuerda Crespo, para recomendar con entusiasmo la experiencia. "Es muy positiva. El año pasado plantamos tomates kumatos, y aunque era un poco tarde yo recogí cerca de 40 que estaban riquísimos", concluye, animada.