Esther Ferreiro es programadora informática y su marido funcionario. Ella reparte su jornada laboral entre Ourense y Vigo y él viaja todos los días a la capital de As Burgas. Los dos hijos, de 9 y 11 años, se quedan en el colegio de Arnoia, donde reside la familia, y por la tarde vuelven a reunirse en casa. "Nosotros somos un caso, pero aquí en Arnoia hay muchos", señala Esther, a quien la tranquilidad que les ofrece vivir en un pueblo "compensa" los kilómetros que hacen cada día de casa al trabajo y del trabajo a casa.

En la otra punta del mismo municipio, José Fariñas y su mujer, hacen números cada día con la guardería, la madre, la suegra y las cuñadas para dejar a su hija pequeña y acudir al trabajo. Los dos están empleados en el entorno de la capital pero con distintos horarios, por lo que acuden en coches diferentes. "Me cuesta muchísimo vivir en la ciudad, mis raíces están aquí y no lo cambio por nada", señala el padre para quien el hecho de que su hija se críe y eduque en el pueblo es fundamental. "La ciudad puede ofrecer otras oportunidades pero las comodidades básicas las tenemos aquí, el pan en la puerta de casa cada día y todos los productos frescos. Las nuevas tecnologías nos permiten estar al día y no hay nada que la ciudad me ofrezca que no tenga en el pueblo", señala.

Esther coincide en que teniendo una buena conexión con internet el resto es secundario. "Vinimos de Gijón hace años y nos instalamos aquí, era la primera vez que vivíamos en un pueblo y ahora no nos planteamos dejarlo por nada" explica. "Todo tiene un precio y nosotros lo pagamos, pero que los niños puedan jugar en la calle, eso no lo cambiamos", concluye.