O Sío, Valverde, Abeledos, A Granxa, Morgade, Piñeira, Acevedo o Pedrosa. Son ejemplos de los más de 272 municipios ourensanos donde no hay ni un solo habitante y que se denominan pueblos abandonados.

En palabras del historiador Nicolás Cabrillana se definen como "el establecimiento humano permanente abandonado por razones económicas, sociales o políticas". Los motivos para que un enclave poblacional se quede sin habitantes son, por lo tanto, diversos y están en estrecha relación con el tipo de asentamiento de cada zona. Así, en Ourense, a las clásicas razones naturales, como inundaciones, o económicas, como el fracaso de cierta actividad que lo sostenía, se le unen la alta mortalidad como consecuencia del envejecimiento poblacional y una población dispersa, con muchos pueblos pero con poca población.

A pesar de que los datos puedan resultar muy negativos, la belleza paisajística de Galicia y la tranquilidad que ofrece son dos baluartes para que sean cada vez más los que se animan a establecerse en estas pequeñas localidades, no adquiriendo una única finca, sino comprando el pueblo en su totalidad. Ese es el caso de las aldeas de Asperelo, en Entrimo; Couso, en Sarreaus; o Tronceda, en Castro Caldelas.

Se trata de pequeños enclaves que habían perdido su población y que, mediante iniciativa privada consiguen dinamizar la economía de la zona a la que pertenecen mediante actividades dedicadas al turismo rural. Asperelo, en el concello de Entrimo, lleva varios años reconvertido en zona turística, ya que un particular del mismo pueblo abrió una casa rural que también está destinada a talleres de cerámica. Todo ello en un lugar paradisíaco y aislado como es el parque natural de O Xurés.

El pequeño pueblo de Couso, perteneciente a la parroquia de Freixo y al concello de Sarreaus, fue el primero de Ourense en pasar de la nada al todo, al ser adquirido por José María Galán e Isabel Justicia, matrimonio riojano enamorado del interior ourensano. En siete años convirtieron las 14 casas, los 2 molinos y el horno del pueblo en un resort rural donde no solo hay hueco para el descanso, sino que también hay momento para la celebración de bodas, fiestas e incluso el popular y enxebre Samaín.

A Barca por cero euros

A todos estos se les suma el pueblo de A Barca, en el concello de Cortegada, que no se vende sino que se regala a aquel o aquellos que reúnan los requisitos fijados por el alcalde: "Queremos que este pueblo vuelva a tener vida, así que se lo cederemos a quien haga un complejo turístico con casas rurales, pequeños restaurantes y zona de recreo", afirmó el alcalde Avelino de Francisco.

Y es que este pueblo quedó deshabitado en los años 70 del pasado siglo, cuando el embalse que se construyó a orillas del Miño anegó las tierras y las casas del municipio. Unión Fenosa se hizo con todos los terrenos y hace menos de un año se los cedió al Concello para que los explotara. "La aldea de O Vao, en la parroquia de San Benito, también está abandonada, pero no podemos hacer nada porque las tierras no son del Concello, sino de varios propietarios", afirmó el regidor.

Se busca gente dispuesta a rehabilitar las 12 viviendas de piedra que conforman A Barca, muchas de ellas con cuadras y bodegas. Aunque casi 900 personas se han puesto en contacto con el gestor encargado de su cesión, Rafael Canales, "tan solo tres o cuatro son propuestas viables que reúnen los requisitos del concello", explicó.

Por ello están valorando la oferta de un prestigioso médico, que estaría interesado en montar una clínica antiestrés con recinto cardiovascular, y otras procedentes de diversos puntos de Europa. "Hay gente interesada desde Reino Unido, Alemania, Holanda, Francia o Escocia, pero muchos solo quieren adquirir una casa para descanso propio", explicó Rafael Canales, que destaca la clientela internacional, "muy interesada en la gastronomía, el paisaje, el clima y, sobre todo, la magia de esta provincia en la que parece que el tiempo se ha parado".

Y es que A Barca se encuentra en un marco incomparable con flora y fauna endémica, pegada al embalse del Miño y a pocos quilómetros de Cortegada, donde en la próxima primavera está prevista la inauguración de un balneario termal para ocio y salud. El municipio fue un eje de comunicaciones al permitir el paso en barco hacia Salgueiro, que contaba con ferrocarril, y en torno a este viaje se generó un negocio compartido entre una familia de Fornelos y varios sacerdotes de Celanova. La hegemonía se acabó en 1902, con la construcción del puente que uniría las provincias de Ourense y Pontevedra y que hacía innecesario el uso de estas pequeñas embarcaciones.

Otros paraísos

Rafael Canales, gestor de la web aldeasabandonadas.com, también recoge tres ofertas más similares a la de la localidad de A Barca. Cea, Amoeiro y Trives venden varias casas a restaurar en varias aldeas despobladas. "Un grupo de árabes se han interesado por el complejo de la Ribeira Sacra, y hasta han venido a visitarlo en tres ocasiones", explicó Canales que adució como principal problema en los demandantes españoles "la falta de crédito y financiación, porque aunque el precio de venta sea mínimo es necesario desembolsar una cantidad importante para la restauración".

La aldea trivesa en venta cuenta además con capilla y cine de 170 metros cuadrados. Tiene además una residencia de tres plantas a medio rehabilitar y con la instalación de agua y luz recién instalada. Una de las viviendas de las tres disponibles ya tiene proyecto visado por el colegio de arquitectos. El precio del poblado entero ronda lo que cuesta un piso de nueva construcción en el centro de Ourense, unos 300.000 euros.

Sin embargo, no todos los pueblos abandonados tienen una salida tan fácil como los ejemplos anteriores y su deterioro contribuye a inflar los números de muchos concellos, como el de Castro Caldelas. Se trata del ayuntamiento con mayor número de aldeas despobladas de Galicia, con un total de 22. A pesar de que la idea de rehabilitación es muy atractiva para la localidad, la realidad es que es muy difícil de llevar a cabo porque la mayor parte de los terrenos pertenecen a particulares. "Algunos ni siquiera sabemos de quien son, porque son hijos de emigrantes gallegos que están en países como Argentina o Venezuela. Otros incluso ni sabrán que tienen una finca", afirmó uno de los concejales de Castro Caldelas.

Mientras tanto quedan aldeas como A Barca, a la espera de que la mejor propuesta la resucite. Sería el cuarto pueblo ourensano en pasar de la nada al todo, del desierto al paraíso.