Gumersindo salió con su manguera de jardín a atrincherarse alrededor de su casa en Sabadelle. Superó lo peor al final de la tarde del miércoles, cuando llamaradas de "40 metros" escalaban pinos y se aproximaban voraces a su propiedad. "Parecía el infierno". Solo hay ceniza y vegetación calcinada en la antesala. Durante la noche, sin helicópteros ni aviones que acudir en ayuda, los militares de la UME desplazados de Marín y de León -hubo 85 efectivos desplegados- fueron su única custodia. El contingente frenó el incendio y salvó otra vivienda que como la suya reposan sobre el monte fronterizo entre Ourense y Pereiro de Aguiar. "Había un bosque impresionante y mi sensación era que se me quemaba la casa. Si no es por los militares me arde", recordaba ayer por la mañana, sin haber dormido.

El panorama más optimista de inicio de la tarde devino en Sabadelle en el caos entre las siete y las ocho. El fuego que ascendió desde A Lonia y Velle, donde varias viviendas unifamiliares ya se habían visto comprometidas, se multiplicó por efecto del viento adentrándose en la aldea de Pereiro donde el medio centenar de vecinos de todo el año se duplican con la estancia de familias y veraneantes. Al anochecer las llamas continuaban devorando terreno por un flanco opuesto. Por la tarde, las casas de dos hermanas se salvaron por metros. En Cudeiro la noche también se pasó en vela, "preocupados por Velle", decía ayer una vecina, y con el miedo aún en el cuerpo. "Empezó donde siempre le plantan, en el puente de después de Valdorregueiro y llegó un momento en que había cinco fuegos por todo el monte. Nosotros, en el medio", apuntaba una mujer de la zona de As Barxas, uno de los núcleos amenazados.

Maribel del Caño vio cómo el fuego la sobrepasaba el miércoles adentrándose en la finca aledaña de su hermana tras superar la piscina. Un guardia de Seprona arrojó todo lo que pudo al vaso de baño para impedir más daños. Ardieron mangueras, postes, muebles de jardín, la tela metálica del cierre, dañado. Su marido se desfondaba con una endeble manguera frente a llamaradas de varios metros que cercaban su parcela. Toda su preocupación estaba dentro. Su madre, de 95 años, impedida y con alzhéimer, permanecía en la casa mientras un batallón de brigadas, vecinos y voluntarios se fajaban contra el fuego. "El panorama fue dramático, cuando saltaron las llamas creímos que ardía la casa. Nos vimos arder". Aviones y helicópteros descargaron sucesivamente por encima.

"Hace 8 años fue horrible, llamabas para avisar y los teléfonos comunicaban", se consolaba una mujer en el paraje desolado por el fuego. Emilio Vidal descendió monte abajo para intentar poner coto a las llamas en San Tomé y Canibelos, cerca del punto de origen entre A Lonia y Velle. "El monte aquí es un bosque".

Urgen penas más duras

El marido de Maribel se desgañitaba ayer, muy crítico. "No podemos estar cada cinco o seis años así. Está claro que el fuego es u - un negocio que interesa a algunos. Vienen los políticos (la conselleira Rosa Quintana visitó su casa el miércoles, pocos minutos después), se hacen la foto, pero ni se endurecen las penas a los pirómanos ni se obliga a limpiar de forma estricta". "Cuando se regenere el monte, otra vez", asume.