Cuando Yago vio la inmensa columna de humo sobre los montes de Vilamarín se temió lo peor. "Sabía que era por casa". Llegó a su aldea de A Regueira Grande, con solo tres viviendas pero donde las familias crecen en verano, y casi no logra pasar. A mediodía, tras horas en alerta, seguía intranquilo, con el mono puesto. "Los vecinos tuvimos que apoyarnos; qué remedio, son nuestras casas". Lo lograron echando mano de herramientas domésticas, "de todo lo que había": sulfatadoras llenas de agua, rastrillos y sachos se apilaban ayer entre los batelumes de los brigadistas. Las endebles mangueras de jardín permanecían tendidas hacia el monte superior, donde el incendio llamó a las puertas. "Con esto al lado de las casas fue imposible dormir", recordaba Carmen Gómez, una vecina. Yago y otros jóvenes tuvieron que atravesar un prado a la carrera, a primera hora de la mañana, para sofocar un rescoldo que se reavivaba. Tras el ejército improvisado de vecinos venían las brigadas y enfriaban. Por la noche, dos motobombas recorrían y regaban el perímetro para dar un respiro a los residentes.

Minutos después de que el incendios se originara la tarde del domingo "vinieron dos hidroaviones pero ya había cruzado la carretera. A partir de ahí, fue inmenso", decía la misma señora. Los vecinos miraban ayer las copas chamuscadas de los árboles y evocaban una situación "horrible". Lamentan que la respuesta fuera tardía y los medios se concentraran cuando el frente había crecido . "Hacen falta medidas más eficaces, poner cortafuegos si hace falta...". El rural, disperso, envejecido y abandonado en buena parte de Ourense, "no tiene presente ni futuro".

Los focos, según las hipótesis, fueron simultáneos y posiblemente provocados al pie de carreteras. "No es una casualidad. No sé que intereses hay pero el hay que atajarlo, y mejor cuando empieza, luego todos los medios son pocos". Los agentes forestales lamentan que los primeros en llegar fueran las brigadas municipales, implantadas este año mediante convenios con la Xunta, "sin formación e inexpertas" "Hubo llantos e histeria; para muchos era la primera vez que se enfrentaban a un incendio y no sabían qué hacer; tardan hasta para desenrollar la manguera y no tienen ni idea de hacer un cortafuegos, por ejemplo".

El colectivo asegura que los brigadistas profesionales "llegaron cinco horas más tarde". Los incendios, alertan, "son una emergencia que entraña mucho peligro". Según los forestales, "con gente profesional se hubiera reducido tanto la extensión como el riesgo para los vecinos".