A partir de ahí, fueron muchos los excesos que cometió el presidente de la Diputación de Ourense. Sin duda, el mayor fue el pulso político que le echó al expresidente de la Xunta, Manuel Fraga, cuando se encontraba al final de su vida política y con las energías mermadas. Cinco diputados díscolos -entre ellos su hijo, Manuel Baltar-, se encerraron en un piso en el barrio ourensano de As Lagoas, amagando con dejar en minoría al político de Vilalba, siguiendo las directrices de José Luis Baltar. Unos día más tarde se presentaron en el Parlamento, reclamando mayor peso político para José Cuiña, además de utilizar como tapadera la demanda de mejor trato para Ourense y unas inversiones que no se llegaron a concretar ni se ejecutaron nunca.

El anectodotario de Baltar está plagado de imágenes pintorescas, como la del político que toca el trombón en las campañas electorales, mientras sus seguidores cantan: "¡Si no eres del PP, jodeté!". El reparto de 3.000 euros en un mitin en A Limia, en billetes de 50, después negado por el barón ourensano, que lo atribuyó al pago de unas obras en un ambulatorio.

Baltar trató de maltratador al exvicepresidente de la Xunta, Anxo Quintana, afirmando que era "como poner a un zorro guardando las gallinas" o a "un ratón cuidando un queso", dado que tenía a su cargo las competencias de Benestar Social. Y al secretario general del PSdeG, Pachi Vázuez, le llamo "maricón" y "sinvergüenza". Pero además, convirtió el congreso del PP en el que le tomó el relevo su hijo en "una guerra fratricida".