A Teresa le llamaban “la castellana” porque no sabía hablar gallego. Era muy alegre y buena conversadora y siempre acompañaba a su marido. “Pasaban o día paseando ou na finca que teñen a carón da casa. Sempre estaban xuntos, queríanse moito”, relatan los vecinos que todavía no pueden dar crédito a lo ocurrido. Marina Iglesias, propietaria de la panaderia de Amendo, aseguró ayer con la voz rota que fue incapaz de acercarse a la casa cuando le informaron de que Teresa y José murieron a tiros.

Su local está en la entrada del pueblo así que pudo ver como la hija, el yerno y la nieta del matrimonio llegaban, como cada domingo, a Amendo a la hora de comer: “Antes da unha do mediodía vin pasar á filla e de alí a un pouco xa chegou correndo un veciño coa cara blanca do susto decindo que atoparan a parella morta na casa”. Disgustada por la noticia pensó inicialmente que podría haber sido un accidente relacionado con el gas: “Pensei que estarían na cama, pero cando pasada unha hora nos dixeron que fora por disparos quedamos todos desplomados. Eu xa non me movín de aquí, nin fun capaz de acercarme á casa”.

Marina se quedó en la panadería pero todo el vecindario y algunos familiares de los fallecidos colapsaron la entrada a Amendo 24, donde el equipo de la Policía Judicial de Ourense recogía posibles pruebas del crimen en el patio exterior de la vivienda. Los vecinos y parientes asistieron también a la triste escena en que la Guardia Civil escoltaba el traslado de los cuerpos a la ambulancia judicial, pero ni la jueza que levantó los cadáveres ni el forense realizaron declaraciones al abandonar el lugar, así que el grupo comenzó a dispersarse cuando el vehículo salió de Amendo en dirección al Complexo Hospitalario de Ourense, donde se les practicaría la autopsia.

Este suceso ha caído como un jarro de agua fría sobre el tranquilo pueblo de Amendo. A primera hora de la tarde de ayer reinaba la confusión y nadie quería creer que las muertes habían sido por disparo de arma de fuego. De hecho, nadie sabía a ciencia cierta que así había sido pues, al parecer, Marisol Martínez, la hija que halló los cadáveres, fue presa de un ataque de nervios y apenas podía hablar cuando abandonó el domicilio de sus progenitores. Una de las vecinas que intentó tranquilizarla asegura que sólo repetía “mis padres están muertos”, una y otra vez.

Y aunque si bien Marina y otra vecina que tenía buena relación con Teresa destacaron el carácter alegre y amable de la víctima, el resto del vecindario consultado manifestó no tener excesiva relación con esta pareja: “Non eran de moito conto cos veciños, estaban sempre alí, na súa zona (en referencia a la casa y la finca colindante), e sempre andaban eles sós, eso sí, moi acariñados”.