La Serra do Leboreiro, frontera entre Ourense y Portugal, es un manual sobre prehistoria, ya que reúne más de 130 monumentos del año 4300 antes de Cristo, y el uso del suelo sigue siendo el de alimentar una gran cabaña ganadera con pastos renovados cada año como en la prehistoria, explica el arqueólogo José María Eguileta.

José María Eguileta trabajó entre los años 1988 y 1994 en la prospección, inventariado y catalogación de los más de 200 monumentos prehistóricos de la Baixa Limia, repartidos entre la Serra do Leboreiro y el cercano valle del río Salas, entre los que están aquellos que la Xunta declarará Bien de Interés Cultural (BIC) en pocos meses.

Entre ellos están varias "mámoas" o "túmulos" -montículos de tierra y vegetación que cubren un dolmen funerario formado por varias piedras verticales cubiertas por otra horizontal- de la cadena del Leboreiro, como las llamadas "Mota Grande" y "Motas de Penedo da Canteira", en Verea.

La comarca de A Baixa Limia concentra el mayor número de monumentos megalíticos de toda la provincia. Eguileta resalta que la densidad media de estas construcciones es de 0,4 por cada kilómetro cuadrado en la zona. "La Serra do Leboreiro destaca con una densidad de 4 megalitos por kilómetro cuadrado". El arqueólogo explica que esta concentración se debe a que la abundancia de agua permitió desarrollar una ganadería que se benefició en la prehistoria del uso del fuego como renovador del suelo, ya que la ceniza fue abono periódico para nuevos pastos, garantizados por el encharcamiento permanente de la zona. "Ese uso facilitó el asentamiento de comunidades que dejaron su huella en forma de dólmenes cubiertos ahora por túmulos o "mámoas", que además de monumentos funerarios para la familia prehistórica, eran la marca de propiedad del terreno y una referencia en los desplazamientos en busca de nuevas zonas de pasto", resalta.