Los gitanos de Ourense hicieron ayer su particular mutis a la globalización y celebraron la "ceremonia del agua", recreación de una tradición milenaria de este pueblo nómada que cada noche de San Juan dejaba un balde de agua con pétalos de rosa al aire del rocío, para lavarse luego con ella antes de que despuntaran los primeros rayos de sol, en un ritual purificador, sinónimo de salud y y libertad.

Ayer, más de un centenar de gitanos, de los más de 300 miembros de esta etnia empadronados en el municipio, acudieron a Expourense para rememorar, por octavo año consecutivo, aquel rito de libertad que se desarrollaba antaño al aire libre, en un acto organizado por la Concejalía de Sociales del Concello de Ourense y la propia asociación de esta etnia, que preside Raúl Salazar.

Raúl tiene 45 años, es padre de familia numerosa y, aunque hoy vive bajo techo como cualquier ourensano convencional, conoció de chico "lo que era vivir en tiendas de campaña y viajar en carromato, y esta fiesta de San Juan era algo especial para nosotros".

Con ellos estuvo el alcalde Francisco Rodríguez, la concejal de Sociales, el ex alcalde y actual edil del PP, Enrique Nóvoa, y varios ediles de la corporación que han contribuido en este programa pionero de apoyo a los gitanos del concello.

El alcalde agradeció el ejemplo de los gitanos en la defensa de valores como "la familia, la libertad o el respeto", y calificó de "ourensanos de lujo" a estos gitanos "por traer a la ciudad diversidad la riqueza social".

Raúl Salazar pidió a los presentes, la mayoría jóvenes o muy jóvenes, que tomen el relevo cultural "para preservar lo bueno de nuestra cultura y dejar lo malo, como lo de no llevar a los niños al colegio". Reclamó que se desechen falsos tópicos, mitos como el del machismo del hombre gitano, "pues salen todos los días casos de maltrato o asesinatos a mujeres, pero nunca son hombres gitanos", aseveró con orgullo.

Con un pie en la tradición, el que imprime el hecho de ser gitano, y otro en la modernidad, allí estaban Jennifer, Otto y Atenea, miembros de nueva generación de gitanos ourensanos, nacidos ya al calor de los pisos oficiales y con claro mestizaje en lo onomástico de una cultura a dos pasos entre su origen romaní y el culebrón televisivo. Gitanos y gitanas con lustre y taconazo que empiezan a esquivar la tradición, como Jennifer Jiménez, madre a sus 16 años de Nazaret, un bebé de 21 días que es el miembro más joven del clan gitano en Ourense.

"Me gusta la cultura gitana, pero yo me la salté al escaparme a vivir con mi novio, también gitano; no quería guardar la virginidad hasta el casamiento", afirma, mientras mece a su bebé en un ostentoso coche góndola, réplica del que lucieron los bebés de su tocaya, la cantante Jennifer López en las revistas del colorín.