Desde el colectivo A Voz da Sanidade de Cangas se había hecho un llamamiento para que ayer, más que nunca, la gente saliera a las ventanas y balcones a las 20.00 horas para mostrar su homenaje a los sanitarios, ya que se celebraba el Día Mundial de la Salud, que no es poca cosa. El vecindario salió a aplaudir y a recibir una eclosión de música dispar como cualquier otro día, que está muy sensibilizado con la situación que viven los profesionales de la salud. Pero también sale a aplaudirse a ellos mismos, que llevamos más de tres semanas de confinamiento, viendo la primavera como crece desde nuestras ventanas y como el mar se torna más dócil. No hubo más aplausos que otros días, claro que se capturaron fotografías que otro día serían más complicadas de obtener, de algún político, como el alcalde de Cangas, Xosé Manuel Pazos, desde su casa o el propio Xico de Cariño, que aplaudía en Rodeira al pie de una pancarta en defensa de la sanidad pública. Pero el tedio se apodera cada vez más de la gente en este cautiverio de silencios, de pasos interrumpidos y de cofrades sin capucha.

La Voz da Sanidade pedía aplausos más que nunca para la labor de los trabajadores que luchan contra el coronavirus y también para aquellos que nos proporcionan los servicios esenciales. Estaba convencido el colectivo que los aplausos de ayer tendrían un nuevo significado: apoyar el sistema público de salud. Y lo cierto es que esta crisis nos dejó muestras evidentes de la diferencia de la una y la otra. Basta con "mirar" lo que ocurre en Estados Unidos, donde puedes no morir del coronavirus en un hospital, pero sí de un infarto cuando te llega la factura.

Este colectivo apuesta por que no se realice ningún concierto con la empresa privada y una sanidad pública donde se respeten los ratios, donde los profesionales puedan desarrollar su trabajo de forma óptima, donde no se cierren más camas, donde se garantice una Atención Primaria fuerte.