El dolor de perder a un ser querido es, si cabe, más despiadado en estos momentos de reclusión. No se puede, ni se debe, evitar nunca. Hay que buscar maneras de darle salida.

Si tienes un familiar con una enfermedad muy grave, y que está empeorando, tenga o no coronavirus, se impone ser realista e ir un paso por delante. Esperamos y deseamos que se cure, pero hay que prepararse para el peor escenario.

Trata de hablar con esa persona. Antes repasa si te queda algo pendiente que decirle, como si fuera a ser la última vez. Pedir perdón. Agradecer lo compartido. Decir lo que te enfada esta situación. Un simple te quiero. Si está hospitalizada y no puedes hablar directamente graba un audio. O escríbelo, alguien se lo puede leer. Cada uno tenemos nuestras cadaunadas, sé tu mismo, déjate llevar. No bloquees tus sentimientos. Si eres la persona que representa a la familia, hazle llegar como toda está a su lado, llévale fotos saludándole juntos, hazle sentir que aunque separados físicamente, estáis juntos.

Si lo peor acontece en estos tiempos de renuncia:

1.Mete en un sobre un objeto, una foto, la carta que escribiste, algo que puedas, o al menos los funerarios puedan, meter en la caja.

2.Haz un acto de despedida con las personas de casa.

3.Habla por teléfono con los familiares de otras casas.

4.Preparar para dentro de un mes o dos, cuando esto pase, una ceremonia de despedida con la familia. La que tocaba se pospone, pero se hará después.

El duelo es tristeza, pero también amor. Ni nos queda el pequeño consuelo de los abrazos de los que queremos. Por supuesto, no tenemos culpa si no pudimos estar allí. Pero no nos privemos de las lágrimas. Son lágrimas de tristeza y amor.

Esta situación no es normal. Las reacciones son imprevisibles. Tal vez no puedas llorar, o te bloquee la rabia, o no sientas nada. En estas circunstancias lo normal no existe. Sin el tanatorio, sin ver siquiera un ataúd, sin compartir nuestros sentimientos, se complica la necesidad que tenemos de descargarlos y pueden alargarse en el tiempo. La frase es sabida, a todos nos va a tocar. Dar vueltas a que se murió en unas condiciones de mayor soledad solo es arañar la herida. Las personas adecuadas estuvieron en esos momentos asistiéndole, tanto con su compañía como con el tratamiento que necesitaba.

Y ni la despedida ni el duelo son algo puntual. Recordar las cosas maravillosas que vivimos con esa persona, como nos ayudó aquella vez, incluso como nos reímos aquella otra, nos puede ayudar a asumir e ir descargando el dolor de su pérdida. La muerte física no es la muerte emocional, esa persona vivirá siempre que la recordemos. Seguramente una muerte de un ser querido no se supera del todo. El dolor de su pérdida nos acompañará siempre. Pero también esa persona. Siempre podemos pensar que nos diría, podremos recordarla mientras vivamos.

No olvidarse de los niños. Dándole las manos hay que decírselo de una forma sencilla pero directa. Y hacerlos partícipes de alguno de los momentos de recuerdo. Hay un par de películas de animación "Coco" y "Del revés" muy adecuadas para niños y mayores sobre el duelo y la importancia de la tristeza.

El duelo tiene varias etapas. Negación, ira, tristeza, negociación y aceptación. Para sobrellevarlas hicimos actos familiares de despedida, hablamos por teléfono tranquilamente, recordamos íntimamente lo maravilloso que fue compartir momentos de nuestra vida. Puede ayudar dedicar un momento del día para recordarle; ver sus fotos, rezar si eres creyente, tener una vela encendida hasta la ceremonia después del confinamiento, y llorar. O preparar una caja con unas gafas viejas, su colonia, esa foto que nos gusta, una postal que nos envió, para abrirla en un momento duro y recordarle. Para después poder seguir con nuestra vida sin atascarnos en el dolor.

Desde nuestras casas, valgan estas palabras para recordar a los vecinos y vecinas morracenses que han muerto estos días. Un abrazo a cada familia, a los amigos y amigas que no se han podido abrazar, podremos hacerlo pronto.

(*) Psicólogo clínico, director de la UAD de Cangas