A Juan Carlos Pazos le esperaba su familia en el aeropuerto de Peinador. Una de las primeras cosas que hizo cuando pudo subir a bordo del "Kurtzio" fue llamar a Marián, su esposa. "No quería que se llevase ninguna sorpresa y prefería que se enterase por mí. Le dije lo que había pasado y que estábamos todos a salvo", cuenta. Ahora lo que desea "es descansar y sacarme el susto del cuerpo, es una experiencia muy fuerte". Es la primera vez que ha tenido que vivir un naufragio: "Hay gente que se saca pronto el susto de encima, pero a mí creo que me va a costar". De hecho reconoce que los últimos días en Abidjan (Costa de Marfil) fueron muy duros, "sin ser capaz de dormir".
Cuando el jefe de máquinas le ordenó subir a avisar al resto de sus compañeros de la tripulación les fue comentando que salvasen las pertenencias que pudiesen. "A mí no me dio tiempo de salvar prácticamente nada, pero salvé la vida, que es lo más importante", afirma Juan Carlos Pazos.
El tripulante cangués lleva muchos años trabajando en atuneros y antes de trabajar en la costa occidental africana estuvo en el Índico. "Hace tiempo que estoy en la zona del Atlántico, cuando estaba en la zona del Índico todavía no había los problemas que vinieron después con la piratería", rememora Juan Carlos Pazos.
