Los bateeiros de Bueu se veían hace menos de tres semanas con el agua al cuello, casi literalmente. Las analíticas reflejaban que ya no había toxina en las aguas de la ría de Pontevedra, pero los índices que arrojaban los muestreos del mejillón todavía superaban ampliamente los límites máximos autorizados. Esta situación se mantuvo hasta el 15 de diciembre y, finalmente, el martes 17 comenzaron a abrir los polígonos. La actividad durante estos días ha sido frenética, incluyendo sábados y domingos. Se calcula que en menos de 15 días se han descargado más de 3 millones de kilos de mejillón, lo que ha servido para salvar in extremis la campaña de Navidad, que es la época más importante para el sector.

La apertura de las zonas de producción fue escalonada. Primero abrió el polígono más pequeño, situado en Beluso y con apenas una treintena de viveros. Dos días después abrió uno de los dos situados entre Agrelo y Lapamán y en Nochebuena el segundo, dos parques mejilloneros que concentran más de un centenar de instalaciones. Ha sido una espera larga y casi angustiosa porque el 15 de diciembre las analíticas reflejaban un índice de toxina en el mejillón de entre 250 y 300 (el máximo es de 160). "Hay que reconocer que el Intecmar estuvo tomando muestras todos los días porque éramos la única zona cerrada y nada más dar bien pudimos empezar a trabajar", reconocen desde el sector.

A pesar de lo apurado de la situación los bateeiros finalmente han tenido una pequeña dosis de fortuna que contribuye decisivamente para salvar la campaña. Por un lado, la ría de Arousa, que concentra dos tercios de la producción del mejillón gallego, estuvo abierta prácticamente todo el año. "Esto significa que a estas alturas ya no tenían producto de tamaño mediano y grande, por lo que los compradores tienen que venir aquí", reconocen. Por otro lado, hasta los temporales de la semana pasada sirvieron para echar un capote al sector. En zonas como en la bocana de la ría de Vigo era imposible trabajar y solo se podía descargar en los polígonos de Bueu, que pudieron colocar en el mercado la mayoría del molusco que tenía reparcado.

Esto se ha traducido en una actividad intensa durante todos estos días, a un ritmo de unas 300 toneladas diarias, que se prevé que empiece a bajar a partir de hoy. "No ha sido una campaña excepcional, como la de hace dos años, pero gracias a esos factores se ha conseguido salvar y estamos vendiendo lo que queda de mejillón en Galicia", explican.

Eso sí, esto también supone una contrapartida. El sector mejillonero de Bueu no ha podido vaciar las cuerdas de las bateas hasta ahora, lo que significa que va con retraso con el proceso de cría y desdoble para la "cosecha" del año que viene. La consecuencia más evidente es tardarán más tiempo que el resto de rías en poner su producto en el mercado.

A pesar de estar en plenas fechas navideñas el sector finalmente ha contado con la baza de poder repartir la producción para la venta en fresco y para industria. La mayoría de las fábricas cierran desde la segunda quincena de diciembre hasta después de Reyes, pero este año se han quedado sin producto y no les ha quedado más remedio que mantenerse operativas. La calidad del mejillón es buena, aunque los bateeiros reconocen que está un poco más "flaco" que en años anteriores. "Puede tener entre un tres y un cinco por ciento menos de carne", señalan. Eso influye también en el precio, aunque se mantiene "estable" con respecto a otros años.

El objetivo de los bateeiros pasa por descargar toda la producción posible antes del 29 de febrero. El sector es consciente de que a partir de esa fecha el riesgo de cerrar por la presencia de toxina crece de manera exponencial. La ría de Pontevedra es la primera en recibir el afloramiento de primavera, lo que supone un cierre de varios meses. En los dos últimos años al menos los mejilloneros han contado con una tregua durante el verano, algo a lo que ya no estaban acostumbrados y que sirvió para poder trabajar.

En estos momentos la totalidad de las bateas gallegas están abiertas. Los últimos polígonos que recibieron la autorización de apertura fueron precisamente los de Bueu. En ese sentido desde el sector reconocen la implicación del Intecmar a la hora de tomar muestras. Lo habitual es que si se registra un positivo en toxina se tarden varios días en volver a realizar analíticas. En esta ocasión los muestreos fueron prácticamente diarios. "En el caso de las lipofílicas, como la diarreica, lo normal es que durante los meses de primavera y verano los índices se mantengan, pero en invierno pueden bajar muy rápido", explican los mejilloneros de Bueu.