La Guardia Civil metió el vehículo policial, que llevaba en los asientos traseros a los dos ecuatorianos detenidos en el narcosubmarino de Aldán, en el garaje de los juzgados de Cangas. Lo hizo delante de las muchas cámaras de televisión y de fotógrafos que escupían disparos de sus digitales cual sonido de un subfusil ametralladora. No hubo la pena de televisión que algunos habían anticipado y desde las ventanas se divisaron después sus rostros, ya limpios de esa "pintura" de camuflaje con la que intentaron pasar desapercibidos una noche de temporal en Punta Couso. Sus caras asustadizas, su inquietante silencio, su aparente desorientación tras casi 72 horas detenidos en tierra extraña, dejaban muchas preguntas sin contestar.
Nada más entrar en la pareja de la Guardia Civil en el garaje con los detenidos, cayó ese diluvio del que hablaría el fiscal Pablo Varela, que llegaba con retraso y relajado tras alcanzar la orilla. No quiso realizar declaraciones cuando entró y al salir comentó que había pedido prisión. Tras dos horas y media declaración sin declaración, se hizo un receso que debió de servir para escribir el auto de prisión y más tarde se confirmó que la comisión judicial, encabezada por la jueza, la secretaria, los letrados defensores y los detenidos se trasladarían al muelle de Aldán.
