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Cualquier tiempo pasado fue peor

Climatología hostil en la Guerra napoleónica (I)

Aquellas campañas militares del XVIII y principios del XIX estuvieron acompañadas de lluvias torrenciales

Puente de Ramallosa. // FDV

Hoy, periodistas y políticos

hablan del calentamiento y

cambio climático;

Los científicos prefieren ser cautos

Lo realmente preocupante es la contaminación de los ríos y fondos marinos .

Qué duda cabe, para épocas pasadas la precaria aportación de datos proceden únicamente por los testimonios que nos reflejan las crisis agrícolas o de subsistencia fruto de una pésima climatología como la sucedida a comienzo del S. XVIII. Fue espantosa la de 1709 y 1710. Las lluvias fueron de tal intensidad que no pudo recogerse cosecha alguna padeciendo toda Europa una terrible hambruna causando numerosos fallecimientos por desnutrición. En definitiva, sabemos muy poco de las alteraciones atmosféricas acaecidas en el pasado al mismo tiempo, una parcela poco estudiada.

Período napoleónico

Los documentos finiseculares del siglo XVIII y comienzos del XIX de los que tenemos algunos datos, nos describen un espacio temporal enmarcado por una climatología realmente anómala.

Los cronistas oficiales de entonces, lo que les interesó realmente era contar, a modo de crónica periodística, los hechos bélicos del momento, tomando como eje central el desarrollo de la guerra con Inglaterra y luego de Napoleón. De ahí, que su interés se limitase a relatar las gestas épicas y más hechos de armas, sin fijarse que aquellas acciones militares tuvieron su contrapunto en una climatología desastrosa. Las catástrofes y tempestades para aquella sociedad se consideraban todavía un castigo de la ira divina provocado por el miserable comportamiento humano.

Debemos subrayar que aquellas campañas militares, estuvieron permanentemente acompañadas de interminables lluvias torrenciales, borrascas encadenadas acompañadas de fuertes vientos llegando a ocasionar graves inundaciones en la comarca causando pérdidas de cosechas, destrucción de puentes, casas, molinos y desgracias personales. En definitiva, un período que estudiosos de la paleoclimatología hoy, afortunadamente comienzan a interesarse. A tenor de los testimonios, se podría deducir que estuvieron ante un pequeño ¿cambio climático?

Sin atrevernos a señalar o calificarlo de pequeño cambio climático, debemos considerarlo al menos, como un período de anormalidad o irregularidad climatológica. Reproducimos a continuación una pequeña muestra de lo acontecido. Se trata de breves testimonios extraídos de textos y documentos de la época.

Pruebas documentales

El historiador Francisco Ávila y La Cueva (1789 - 1859), en su manuscrita Historia Civil y Eclesiástica de la ciudad de Tuy y su Obispado de la que gran parte fue testigo directo de aquellos acontecimientos, recoge en sus páginas momentos en que las fuerzas de la naturaleza parecen desatarse, embravecidas, originando incansables temporales.

Señala La Cueva que en el año 1800, el 29 de agosto estando el país en guerra con Inglaterra, dio fondo en la Ría de Vigo una escuadra inglesa de "más de 80 embarcaciones entre navíos, fragatas, balandras, barcas cañoneras y otros transportes" en persecución y captura de una corbeta francesa. Cuenta que unos días más tarde, el 6 de septiembre se desencadenó un fortísimo temporal "haciendo que la escuadra inglesa padeciese mucho daño" ocasionando que uno de aquellos "grandes navíos fuera a varar en la costa de las islas Cies junto con otras embarcaciones menores". Completa el suceso diciendo que los mismos ingleses ante la imposibilidad de recuperarlo y no cayese en manos enemigas, fueron a destruirlo prendiéndole fuego?"cuando el fuego llegó a la Santa Bárbara -afirma el historiador, "el resplandor de la explosión hizo que se iluminasen todas aquellas inmediaciones" y el estruendo provocado se oyese a gran distancia. Finaliza diciendo que una de las balandras siniestradas por el temporal "donde venían dos mujeres con los ingleses" la furia del vendaval las empujó hasta estrellarlas contra el otro lado de la costa. El día 8, amainó más el temporal y dos días después sin que cesase del todo el mal tiempo, zarpó la escuadra rumbo sur en dirección a la costa portuguesa.

Continuando con el insistente mal tiempo, Juan Manuel Osuna Rey en "Los Franceses en Galicia" (Fundación Barrié de la Maza, 2oo6) dice que cuando los ingleses pretendieron, ocupar el Arsenal de Ferrol en 1801, no lo pudieron conseguir por la proximidad de los regimientos destacados en Coruña y Ferrol. Osuna y Rey subraya el papel que jugó la meteorología. Relata que los temporales existentes hicieron que los ingleses se vieran forzados a desistir, debido a que "las inclemencias del mal tiempo reinante les obligó a retirarse".

El Atlas era un navío de guerra francés de 74 cañones que a raíz de su última acción (Combate de Finisterre, 22 de julio de 1805), contra una flota inglesa, donde estos salieron mal parados, formaba parte de la escuadra franco-española, rumbo a El Ferrol. La flota combinada toma la decisión de recalar a Vigo porque las condiciones meteorológicas no le permitieron ir directamente a El Ferrol, aprovechando también la necesidad de avituallarse y desembarcar los enfermos y heridos. La escuadra, permanecería en Vigo por espacio de tres días. El Atlas y el Syrene este último con averías del combate, el capitán francés Villaneuve y el español Gravina decidieron dejarlos fondeados en este puerto "por su poco andar y sus pocas virtudes marineras." señalaban ambos marinos. El Atlas permaneció anclado con otras embarcaciones menores hasta que empujado por uno de los persistentes vendavales lo arrastró hasta "destrozarse contra las rocas del Morrazo". (Hugo O´Odonnell "La Campaña de Trafalgar", 2005)

De la dureza de aquellos inviernos seleccionamos algunos casos que creemos más significativos, recogidos por los escribanos de entonces. Completaríamos lo anteriormente expuesto añadiendo que los primeros años del siglo XIX, fueron duros siendo los años 1803 y 1804 los más nefastos a tal extremo que la falta de alimentos provocaron hambrunas y revueltas sociales en toda Galicia, consecuencia de una pésima climatología.

Del notario de Vigo Benito Fernández Infesta en una de sus escrituras de 1803 señala que las persistentes lluvias de aquel invierno habían ocasionado fuertes riadas haciendo que los vecinos de Zamáns (Vigo) fueron obligados por orden del juez a pagar la derrama de 300 reales - que estos se negaban a pagar - por el importe del puente provisional de madera cuyo coste ascendiera a 900 reales. El puente, conocido popularmente por "La Puente del Balo", fuera derribado por la fuerza de la riada del. río Louro. Otras copiosas lluvias del invierno de 1810, volvieron a originar nuevas inundaciones. El poder destructivo de las corrientes del rio Miñor acabaron por derribar parte de los pilares "del puente medieval, que une la Ramallosa y Santa Cristina con la carretera a Bayona", señala el notario. Los pilares y parte del puente destrozado serían reconstruidos al año siguiente en 1811. Una hermosa tradición popular señala que el puente fuera protegido de su total ruina gracias a la intervención de San Telmo que impidió su total destrucción.

A tenor de los numerosos testimonios, se diría que el año de mayor pluviosidad fue 1809, año en que las tropas de Napoleón se apoderan de Galicia. El notario de Cangas Benito A. García Guardado refleja en una de sus actas que un navío de guerra inglés "que era navío de los de Grande Escuadra" a comienzos de enero de 1809, había fondeado frente a este puerto de Cangas. Cuenta que el ayudante de Marina de la villa D. Dionisio Macarte el año anterior de 1808, fuera destinado a la Ayudantía del Caramiñal por cuyo motivo "dejó las llaves de la bodega- almacén de esta Ayudantía" a cargo del juez y abogado de la villa a D José María Sequeiros.

Subraya el notario que a causa de los reinantes temporales que se vienen padeciendo, el buque inglés había naufragado y gran parte de sus restos y enseres, impulsados por el vendaval, fueron arrojados a la playa de Rodeira.

Días más tarde, sigue afirmando Guardado, cuando los franceses se apoderaron de Vigo se enteran que en la playa de Rodeira se habían recogido los restos del naufragio inglés; Los franceses se apresuraron a enviar una comisión a Cangas con orden expresa de apropiarse aquellos restos del naufragio y llevárselos a Vigo (el ejército francés al tiempo que perseguía la gloria en la batalla, tenía un `exagerado sentido de la rapiña y saqueo). Por disposición francesa, al frente de aquella comisión venía el abogado D. Manuel Rodal (personaje destacado en aquel período) quien le enseña al juez Sequeiros la orden de llevarse los mencionados restos. Sequeiros los conduce a las bodegas de la Ayudantía y este le muestra los pocos restos y enseres que quedaban.

Frustrados los de la comisión ante tan exiguo botín, exigen del juez Sequeiros una explicación. Sequeiros se justifica alegando que gran parte de aquellos codiciados despojos, fueron fruto del pillaje vecinal y otros hubo necesidad de subastarlos con cuyo dinero se pudo pagar las muchas deudas que la Ayudantía debía de alquileres. (como puede verse eso de no pagar alquileres no es invento de ahora, viene de viejo)

Paso del río Miño

Insistiendo en la adversa climatología diremos que cuando las tropas del general francés Soult pretendían pasar a Portugal a través del río Miño, se encontró con grandes dificultades. La primera, con la descarga de artillería que desde la otra orilla hacían los portugueses hundiéndole seis barcazas. La segunda - señala Avila La Cueva- la imposibilidad de poder cruzarlo por estar el río Miño "fuera de madre causado por las copiosas lluvias" que no dejó de diluviar en toda la comarca. Por otro lado, J. M. Osuna Rey (anteriormente citado) se reafirma estar desbordado diciendo:? "Llovía a torrentes desde el día 2 de febrero, el Miño iba muy crecido y en zonas, desbordado? Soult se ve obligado a elegir un sitio más adecuado para cruzar el río, (hallándolo) en la desembocadura del río Tamuje" .

(*) Historiador de Cangas

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