Con tanta intensidad como falta de concesiones a la galería. Así arrancó ayer la Sección Internacional del Festival de Cortometrajes de Bueu, con cuatro historias crudas, que fueron como un puñetazo en el estómago de los espectadores que abarrotaron -y ya no es noticia- el auditorio del Centro Social do Mar. Cuatro cortos que confirman el idilio del certamen con el drama y con el denominador común de ser historias contadas bajo el prisma de la infancia o la juventud. Historias de silencios, de las dificultades que entraña aceptar circunstancias de la vida, en las que lo que florece en la superficie es tan solo una pequeña parte del iceberg de sentimientos que subyace oculto.

La importancia de las redes sociales y cómo estas se apropian de la llamada vida real, apropiándose de ella hasta fagocitarla por completo, fue reflejada en la coproducción entre Dinamarca e Islas Feroe Ikki illa meint (Sin malas intenciones), un relato aparentemente inofensivo sobre dos jóvenes y cómo una de ellas bloquea a la otra en Facebook, que deviene en inesperada tragedia. La reflexión que deja va más allá del uso que se pueda dar a estas herramientas, y tiene que ver sobre todo con la incomunicación, con las dificultades para expresar al otro ideas, pensamientos o sentimientos, justo en una época en la que los medios para poder hacerlo son infinitos. Y el modo en que acciones de increíble sencillez pueden evitar situaciones de enorme complejidad.

Juste moi et toi (Solos tú y yo) combinó una atípica road movie con el drama de la inmigración como telón de fondo, en el viaje de ida y vuelta que un camionero hace desde Montreal a México acompañado por su hija. Es esta la que presta sus inocentes ojos al filme, ofreciéndonos toda la información pero haciéndonos partícipes también de su incomprensión hacia lo que sucede en el transcurso de la historia. Con todo, el corto no acaba de calar y quizás se queda un poco lejos de sus intenciones.

Sorprendió gratamente, en cambio, Después también, de Carla Simón, con una historia de look y temática ochentera, sobre las enfermedades de transmisión sexual. Conocemos al protagonista en plena euforia para que a lo largo del tiempo que está en pantalla vaya pasando por los estados de negación, duda, ira, aceptación para acabar en un ejercicio de normalidad. Partiendo de una propuesta dramática, el trabajo de la autora de Verano 1993 no decepciona y deja un punto de optimismo, el único que ofreció la sesión de ayer del festival.

Pedro y el lobo

Pero quienes acabaron esbozando una sonrisa enseguida tuvieron que borrarla ante la multipremiada Fauve (Fiera), de Jeremy Comte, y no precisamente por la notable calidad de la obra. Esta suerte de versión macabra de Pedro y el lobo encogió el corazón a más de uno. Y de nuevo el papel protagónico fue para dos niños, inmersos en un juego en una mina al aire libre abandonada con funestas consecuencias. Especialmente destacable resulta en el film la actuación de Félix Grenier en un papel de particular intensidad dramática.

La primera jornada de la Sección Internacional sirvió también para confirmar ese carácter social del que no rehúye nunca el festival, con propuestas de mayor o menor actualidad, pero siempre ligadas a la necesidad de transmitir un mensaje más allá del puramente visual.