En el muelle de Cangas había alboroto ayer; en algún momento más gente con teléfonos móviles haciendo fotos que tirando sedal. Una cría de tiburón azul de un metro de largo, conocida como una tintorera rondaba sin cesar la dársena, donde se acumulaban plásticos, basura y alguna que otra gaviota muerta. Manuel Fernández Chapela dio la alerta. Él conocía bien lo peligroso de esta especie. A un compañero suyo, un ejemplar muy similar al que se veía en las sucias aguas del muelle, le destrozó el gemelo de una dentellada cuando lo intentaba arrojar al mar tras haber aparecido en el aparejo.

Comentaba que esta especie es de donde se sacan las famosas aletas de tiburón y que ahora mismo está muy lejos de donde se acostumbra a ver. Asegura que no es un pez que acostumbre a entrar en la ría, sino que su hábitat natural está más allá de la línea imaginaria que trazan las Islas Cíes. Supone que el aumento de la temperatura del agua es lo que hace que esta especie, que insiste en calificar de peligrosa, se adentre en la ría.

Pescadores de anzuelo ya vieron al pez durante la mañana y por la tarde volvieron a encontrarlo. El niño Kevin Gallego lo tuvo por breves momentos en el anzuelo de su caña. Pero solo fue un instante de vértigo. El tiburón destrozó el anzuelo como si fuera mantequilla.

Otro pescador de caña comenta que hace años pudo coger uno en el muelle de Massó. Pero también mantiene que es muy raro ver esta especie dentro de la ría. El propio Manuel Fernández comentaba que el mundo se había vuelto loco porque no hace muchos días alguien había pescado un bacalao en el muelle, otra especie que ni por asomo acostumbra a nadar por dentro de la ría.

Los pescadores de caña tiraban el sedal para perseguir sus piezas de rutina diaria. Ya sabían que sus anzuelos no soportan la mandíbula afilada del tiburón azul, que este verano también se vio en otras zonas de la ría de Vigo, como Toralla o Patos.