Hay personas insustituibles, por su carisma y entrega a su trabajo, y una de estas personas será siempre Arturo Garrido, aparejador técnico en el Concello de Moaña, al que todos recordaremos con una pipa en la mano y voz maravillosa de hombre de radio, en su despacho de Urbanismo. Le recordaremos riéndose, finamente y con elegencia, de la vida y de las prohibiciones para un fumador que nunca dejó de serlo, ni en su mesa de trabajo ni en su vida, incluso días antes de su fallecimiento, a causa de una cruel enfermedad.

Su pipa sigue y seguirá oliendo en el que fue su despacho del Concello, al que volvía en ocasiones, no solo por cuestiones del Plan Xeral de Ordenación Municipal, al que tanto ayudó a culminar, sino también para estar con los amigos y despedirse desde la más admirable de las valentías. Sabía, y su mirada y risa pícara le delataban, que la página de su historia ya estaba escrita y solo faltaba ponerle fin.

Arturo Garrido se jubiló hace dos años cuando cumplió los 65 y después de 36 en el puesto de aparejador técnico del Concello, al que llegó en 1982 , una vez que abrió el Puente de Rande y cuando Moaña no dejaba de ser una aldea que apuntaba a crecer frente a Vigo.

Nunca creí que cuando, con apenas pocos años en mi carrera profesional y subía aquellos peldaños del "faiado" del antiguo Concello, en donde trabajaban, casi con envidiable marginación, los técnicos de Urbanismo Arturo Garrido, José Carballo y Geno Piñeiro, éste último también tristemente fallecido mucho antes de la edad que marcan las frías estadísticas, tendría que escribir,y con mucho pesar, su obituario.

Aquellas mañanas en el urbanismo del "faiado" daban para muchas noticias de cuando Moaña se regía por unas Normas Subsidiarias, unas de las primeras de la provincia, que él elaboró y que a los vecinos tanto costaban entender; y empezaba a despuntar el desarrollo urbanístico en el que se vio envuelto este municipio.

Eran los tiempos en los que la construcción de un campo de golf puso al Concello entre la espada y la pared y el proyecto de la denominada vía rápida llenaba de paneles explicativos el viejo salón de plenos, para intentar convencer de la necesidad de esta segunda carretera.

Había mucho trabajo por delante y Arturo Garrido fue un apasionado de su oficio. Llegó el tiempo de dejar aquel "faiado" para trasladarse al nuevo Ayuntamiento de As Barxas. Ya no hubo escaleras para subir a Urbanismo y las nuevas tecnologías, que invadieron las mesas, llegaron a tiempo para que Moaña redactara y culminara su Plan Xeral.

La muerte de Arturo Garrido ha causado conmoción en Moaña, muy honda a José Carballo que ayer recordaba que había perdido a un gran compañero de trabajo y amigo durante muchos años, y a toda la corporación municipal y ex concejales que pasaron por el tanatorio de Pontevedra, en donde ayer se realizó el velatorio, antes de la incineración en la intimidad familiar.

Desde Pontevedra, José Carballo relataba pasajes simpáticos en la vida de Arturo con quien "medía fincas", -todo un clásico-, siempre que el trabajo lo permitía. Le recuerda en una conferencia de Cisneros, sobre urbanismo, en un céntrico hotel de Vigo, a la que todos los técnicos presentes querían ya poner fin. Y cuando todo parecía así, sin preguntas, la mano levantada de Arturo con una cuestión de calado, obligó al ilustre ponente a sentarse con él a tomar café. Allí quedaron ambos en animada charla. ¡Era un apasionado de su trabajo, una persona con una gran educación y de mucha elegancia! Así le recuerda su compañero de urbanismo y muchos de los que han trabajado y convivido con este hombre de Pontecaldelas y enamorado de la ciudad de Pontevedra, en la que residía.

Arturo Garrido aseguraba cuando se jubiló en 2016, que se iba satisfecho, con un departamento que cada vez tenía menos presiones porque las licencias eran regladas, pero con la presión de una retirada que no debería de haber sido con tanta rotundidad. La misma rotundidad con la que le ha llegado su fallecimiento.

Ha sido una suerte conocerle, dice José Carballo. También yo.