Los piratas turcos desembarcaron en Cangas pese al paso del huracán Leslie. Lo hicieron en naves de época en el muelle de Cangas, donde una multitud se había reunido para presenciar la recreación de aquellos trágicos sucesos que tuvieron lugar el 8 de diciembre de 1617. Los piratas desembarcaron sin ningún tipo de oposición. Fueron sigilosos en su navegar y solo el sonido de una caracola delataba su presencia. Nada más poner un pie en el muelle, el sonido de las gaitas y de los tambores tomó la villa y un frenético combate se desarrolló ya frente a la estación marítima. Allí los piratas demostraron su ferocidad y embistieron con cimitarras, lanzas y hachas a un pueblo armado solo con aperos de labranza. En una lucha desigual, los invasores no tuvieron piedad. Se mostraron sanguinarios y no daban tregua a una población que se agachaba en las casas, donde penetraban los enemigos para secuestrar a las mujeres. Corrió la sangre allí y después en el Eirado do Costal, pero también se escuchaban los gritos de las mujeres forzadas y de aquellos que habían hecho prisioneros, a los que les esperaba la esclavitud en Oriente. Los heridos de Cangas eran trasladados en carros mientras se veía a las mujeres en una cuerda de presas llorando su infortunio. Allí mostraron valentía los vecinos de Cangas. Gentes de toda condición se habían unido para defender la villa del enemigo turco, que traía fama bien ganada.

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Cangas sucumbe a la invasión pirata con miles de espectadores

Teatro de Ningures mostró un espectáculo del desembarco turco, en el que participaron 150 figurantes, donde el sonido atraía a los espectadores que corrían endemoniados a coger posiciones para ver desde primera fila el espectáculo, allí donde se trasladaba. La primera fila estaba muy relacionada con esa enfermiza moda de grabarlo todo, de fotografiarlo todo y de enviarlo todo lo más rápido posible. En el Eirado do Costal, donde continuaba la lucha desigual, es allí dnde aparece por primera vez la figura de María Soliño. Lo hace junto a su marido, Pedro Barba, que muere en acción de guerra contra el invasor otomano. La multitud llenó el Eirado do Costal haciendo difícil el tránsito y una suerte de luces y sonido hacían del Eirado do Costal el escenario perfecto para la representación teatral. A la Praza da Constitución, María Soliño llegó presa en un carro y al grito de ¡bruja!, ¡bruja! después de que la Inquisición y los prebostes de la villa hubiesen decidido que la mejor fórmula para confiscar las tierras de las viudas que había dejado el desembarco de los piratas era la de acusarlas de brujería. Y así se hizo con María Soliña, que en la Praza da Constitución, la actriz Iria de Pazos, que daba vida al personaje, mostró estar a la altura de las circunstancias. Allí se escenificó la posesión de María Soliño por el macho cabrío en una escena con música y coreografía que metieron a los espectadores en esta historia de la que el año pasado se cumplió el 400 aniversario.