Se cumplen diez años de la crisis económica peor de la historia, que no solo deja huella en el paisanaje, sino que también lo hace en el paisaje. La desbandada de constructoras foráneas que se habían acercado a Cangas en plena burbuja inmobiliaria dejó tras de sí un paisaje de tierra quemada: chalés y urbanizaciones a medio acabar que ahora están ocultas entre la maleza que intenta tapar tanto desatino. Fueron empresas constructoras que nacieron con el boom inmobilario gobernadas por banqueros y profesionales liberales que acudían a Cangas a hacer, también ellos, el negocio. Era la época en la que el 80% de las viviendas que se construían en el municipio era para segunda residencia.

Hoy el sector se despereza de la mano de profesionales de la construcción que poco a poco están adquiriendo esas viviendas a medio construir. La mayoría de estas edificaciones estaban en manos de los bancos. Y lo cierto es que esta labor de recuperación se está haciendo en silencio, pero con éxito. Allí donde se actuó está prácticamente todo vendido. Son precios más razonables y los acabados son otros. Es una segunda oportunidad para Cangas. Pero también es un reflejo de que el sector de la construcción vuelve a estar activo, aunque sea a golpe de este tipo de reconstrucción. Pero no es el resurgir de empresas locales, que quedaron muy tocadas después de la crisis, sino de firmas foráneas que se pusieron a comprar esas viviendas que habían quedado abandonadas. Todos recordamos esa grúa gigante en Aldán al pie de unos chalés que nunca se terminaron y de la que ninguna empresa se hacía cargo, en principio, de su retirada.