La matriarca de la familia de los Morones, Flora Jiménez Gabarri, envió una carta en la que dice (de forma literal) : " Dolorida por sus hijos y en su corazón todos los guardias civiles, grandes y pequeños, los que mandaban más y los que mandaban menos. Le pedía a Dios en aquel momento que vinieron a las 4 de la mañana a mi chabolita y las casas de mis hijos. Que había nietos pequeñitos, grandes y bebés, a hacernos un registro sin verdades. Todo falsedad, todo corrupto y esa noche no nos pudimos bautizar porque no teníamos padrino. Allí trataban a todos, pequeños, grandes y a bebés y a una mujer enferma de cáncer en la sangre, me tiraron al suelo y me rompieron una cadenita de un Cristo que tenía en el cuello, y me la rompieron en tres trozos. Ahí no hubo ni piedad ni misericordia y esa noche le pedí llorando a Jesús de Nazaret que abriera las ventanas de los cielos y que me escuchara que lo estaba llamando, que le pedía a voces que toda la ley que vino a mi casa y los que estaban en sus casas corruptos que Dios les diera castigo.

Yo tenía fe en que Dios lo iba a hacer y lo estaba haciendo, y yo lo estoy mirando porque pongo la televisión y lo veo por mis ojos y muchos más castigos que voy a ver en esta tierra al que le haya hecho daño a mis hijos, a mí vida a mí casa y aquellos que hayan puesto mi corazón triste, sea payo, sea gitano, sea indio, sea moro, sea marroquí, sea portugués...

Para recibir este trato... Lo que ustedes dicen de mis hijos... ¿Lo dicen ustedes por ustedes mismos o se lo han dicho otros de ellos? Tengo fe que Dios es justo y el que no tenga temor a Dios es la persona más torpe del mundo...".