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Pepa Plana: "En el payaso no hay maldad, pero te pone ante un espejo en el que duele verse reflejado"

La actriz presenta hoy en el Auditorio "Paraíso pintado", un espectáculo en el que está muy presente el drama de los refugiados

Pepa Plana caracterizada en "Paraíso pintado". // Pepaplana.com

La actriz y payasa Pepa Plana será la protagonista del espectáculo de hoy en el Auditorio, donde presentará "Paraíso pintado" (22.30 horas). El montaje está dirigido por el italo-suizo Ferruccio Cainero y recientemente ha ganado el premio al mejor espectáculo de circo en sala que concede la revista Zirkolika. Pepa Plana fundó su propia compañía en el año 1998 y la de hoy será su primera presencia en la Mostra de Cangas. "Muchos compañeros me han hablado de la Mostra, que es un punto de referencia", asegura.

-¿Cómo presentamos "Paraíso pintado": mimo, teatro del gesto, de palabra...?

-Es un espectáculo que no es mimo, en el que no hay texto, pero sí hay palabras. Mi payasa habla, pero sin un texto dramático y con palabras que ayudan a la emoción. Son muy pocas palabras y es un espectáculo que podría viajar por todo el mundo. Está pensando para adultos, aunque no pasa nada si vienen con niños.

-El punto de arranque es un cuadro con varios ángeles pintados, aunque uno de ellos aspira a ser algo más.

-Sí. Es un espectáculo muy frágil, al principio parece como si estuviésemos en casa de la abuela, con una mesa en la que hay un cojín de agujas, una caja de música y un cuadro con unos ángeles pintados. Pero uno de ellos no quiere estar en ese paraíso pintado, quiere volar y sueña con ser ángel de la guarda. No lo consigue porque en parte confunde ser ángel de la guarda con ser un superhéroe y le pasan cosas muy divertidas. Pero en ese intento encuentra la solución, que es ser ángel de la guarda del mar porque es más fácil nadar que volar. Es aquí donde el espectáculo da un giro dramático, que es el gran drama cotidiano desde hace tanto tiempo: el de los náufragos y la gente que buscando una vida mejor pierde la vida en este mar tan hostil. Es un giro que da un puñetazo en ese lugar donde a todos nos duele, ahí en en corazón. Pero es un espectáculo que no se queda en la tristeza profunda, sino que hay un punto de esperanza: si todas y todos queremos volar al final lo vamos a conseguir, podemos hacer algo. Por mi parte ese algo es hacer reír, pensar, reflexionar y denunciar lo que me molesta. Es un espectáculo con mucha risa, pero con ese toque dramático y de reflexión.

-¿Era una necesidad, una obligación, intentar denunciar un drama con el que parece que ya estamos acostumbrados a convivir?

-A veces hay gente que dice que no es el papel de los payasos. ¿Cómo que no? Es una necesidad que tenemos como artistas: hablar de las cosas que nos rodean, que nos molestan. Tenemos que posicionarnos. Cuando empezamos a trabajar en "Paraíso pintado" todavía no existía esta mal llamada crisis de los refugiados que llegan desde Siria. En la obra no se concreta un momento, sino que abarca todas las épocas y lugares. Recuerdo que este espectáculo lo presentamos en Ciudad Rodrigo y al día siguiente vino a mí una programadora de Chile, que se quedó muy tocada y me decía "estabas hablando de mis muertos, de mis desaparecidos". Esa es la gran capacidad que tenemos los payasos: buscar esencias y no denuncias con nombres y apellidos.

-De alguna manera el payaso pone delante del espectador un espejo para que nos veamos reflejados. ¿Es quizás más impactante o remueve más conciencias que ver esos dramas en la televisión e informativos?

-Creo que sí. Tenemos cierta capacidad de protegernos porque hay realidades que vemos todos los días en la televisión. Parece que son estadísticas, algo que ya no te toca. En cambio, en el teatro, a través de una abstracción sales mucho más tocado que viendo una realidad. Si tú te distancias parece que eso no te pasa a ti, sino que ocurre lejos. Sin embargo, los payasos y payasas mostramos un espectáculo en el que nos mostramos frágiles, ridículos, patéticos? pero tú [espectador] también eres así. Es la magia del payaso: primero el espectador se ríe, pero luego toca verse y comprobar que también te pasa lo mismo. Todo esto con inocencia, sin maldad. El payaso no es malo ni perverso, no es un bufón. No hay maldad, pero sí un espejo en el que duele verse reflejado.

-Su compañía lleva en activo desde 1998 y ha apostado por hacer espectáculos de payasos para adultos. ¿En qué momento decidió ponerse la nariz y el maquillaje de payasa?

-¡Por casualidad, fue mi payasa la que me eligió a mí! Yo estudie Arte Dramático. ¡Estudié para ser dramática, pero la gente se reía! Fui actriz durante casi diez años, pero en el camino hubo varios encontronazos con la nariz y el cuerpo de payasa, hasta que hubo un momento en el que ya no había marcha atrás. Al principio a alguna gente le costaba entenderlo. Me decían: "Pero Pepa...", "¿te vas a morir de hambre?"... Yo me dije que si no había un circuito habría que inventarlo, siempre teniendo una mirada femenina muy presente en mi trabajo y espectáculos. Yo no soy un payaso, soy una payasa.

-En esa afirmación hay mucho de reivindicación y dignificación del oficio. El término payaso/a suele ser usado muchas veces como insulto o en forma despectiva.

-Esa es casi una batalla perdida, me da mucha tristeza. Es algo que común a todos los idiomas y en todo el mundo. Me da mucha pena, al final es una falta de vocabulario. ¡Con los insultos tan preciosos que hay para insultar con más precisión! [risas]. En serio, es algo que duele porque este es un oficio muy frágil y generoso, pero también creo que la gente nos sabe apreciar. Ahora hay quien ya no es payaso/a, sino que se cambia el nombre y es 'clown' [la voz inglesa]. Pero los ingleses también insultan. Yo creo que el oficio se dignifica haciendo bien las cosas y no cambiando las palabras.

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