"De repente, la zona se cubrió de abejas revoloteando junto a la terraza y nos dimos cuenta de que debía estar la reina aquí", señala uno de los testigos de la inesperada visita de estos insectos productores de miel, fácilmente distinguibles de la voraz avispa velutina y con mucha mejor imagen social, "aunque todos los aguijones duelen", abundaba otra vecina que dice ser alérgica a las picaduras y reconoció sentirse "más tranquila" al saber que no tardarían en llevarse a los inesperados visitantes.

Los clientes no tardaron en abandonar la terraza del bar Lombok y refugiarse en el interior del establecimiento para continuar con sus consumiciones y observar desde el otro lado de la cristalera cómo los especialistas en la materia, adecuadamente ataviados con trajes para la ocasión, retiraban el enjambre y se lo llevaban a un lugar más idóneo. "Más que un marrón es un regalo, porque producen sin consumir y cada vez están más requeridas", comentó otro transeúnte, mientras alrededor se especulaba sobre la procedencia de las abejas, que algunas personas atribuían a la poda de los árboles del entorno de la Avenida de Marín, aunque los trabajadores casi descartaron esa posibilidad.

El apicultor que se encargó de su retirada apuntó que podría tratarse de la escisión de una colmena por la llegada de una nueva reina que emprendió su propia aventura vital. La práctica totalidad de su séquito la secundó también en la captura, que además sirvió para comprobar el complejo sistema de comunicación de las abejas y para invitar a los clientes del Lombok a regresar a la terraza.