El conocido mentalista Anthony Blake, conocido fuera de los escenarios como José Luis Panizo (Oviedo, 1959), visitará Cangas el viernes 4 de mayo a las 21.00 horas, en donde jugará con la mente del público en el marco de su nuevo espectáculo: “Prácticamente improbable”.

-¿Cuál es la diferencia entre el mentalismo y la magia?

-La magia es una serie de efectos visuales explicados por el mago. Estás viendo algo físico imposible como que aparezcan cosas de la nada o las cosas cambien de color. El mentalismo es una rama de la magia que toca todo eso mismo pero a nivel mental. En vez de utilizar cartas para hacer magia, yo utilizo los pensamientos de la gente para hacer esa misma magia.

-La magia se puso de moda en los últimos años. ¿Ocurrre lo mismo con el mentalismo?

-No sé si está de moda, sinceramente. Me imagino que sí, pero yo llevo 36 años metido en esta labor y todavía no me he aburrido ni pasado mal ni un día solo. Creo que es una de las especialidades más divertidas y llamativas dentro del mundo de la magia. Hay otros mentalistas haciendo sus pinitos, pero nunca me paré a fijarme si tengo o no competencia.

-Usted trabaja la observación minuciosa de la gente. ¿De ahí parte el talento?

-Es una mezcla de muchas cosas. Entender la expresividad de la gente, utilizar la voz y la palabra de una manera adecuada, tener un guión bien estructurado para llevar a los espectadores a determinados lugares a través de su imaginación. Los llevas a situaciones que en un momento dado los espectadores consideran como imposible. Es una serie de habilidades unidas. Necesitas buscar una implicación de todo el teatro.

-La participación es esencial en sus espectáculos. ¿Se encontró alguna vez con auditorios que no quieran entrar en el juego?

-Nunca. Muchas veces he oído a actores, cantantes, magos o artistas de todo tipo diciendo: “Es que el público estaba...” ¿Cómo que el público estaba? Estabas tú. Eres tú el que tienes que llamar la atención del público y darle algo atractivo que lo obligue a estar pendiente de ti. El público siempre va a un espectáculo con la intención de pasárselo lo mejor posible.

-¿Cuántas horas al día hay que dedicar a aprender a manipular los pensamientos de la gente? ¿Eso cómo se ensaya?

-Pues solo duermo unas 6 horas al día. A partir del mediodía me pongo a leer y por la tarde hago ensayos diarios. Es complicado el ensayo de un mentalista, pasa por crear un supuesto e intentar intuir cuáles pueden ser las reacciones del público a lo que le estás haciendo. Implica leer mucho y tomar muchas notas. Después voy analizando lo que es más efectivo para mi técnica personal. La primera vez que pruebo uno de esos supuestos, lo pruebo en familia. Después hago una cena en casa para amigos y se comen los números nuevos. En verano estudio y fabrico nuevas situaciones y a finales de agosto hago una actuación siempre en un chiringuito de una amiga mía en Ibiza. Ahí compruebo ante el público si la historia funciona.

-A fuerza de estudiar el comportamiento de la gente, ¿no pensó en ganarse la vida como psicólogo?

-No. Yo estudié medicina y la cambié por esto. Estoy encantado en donde estoy. Si se me ocurriera meterme en el terreno de la psicología, seguro que saldría alguien diciendo que soy un intruso y mejor que no me confundan con los que echan cartas y cosas de esas (risas).

-¿Qué diferencia a “Prácticamente improbable” de sus espectáculos anteriores”?

-Es la demostración más clara de que durante un rato muy largo del espectáculo yo estoy influyendo sobre los espectadores. Se va demostrando en 5 o 6 situaciones. Le explico a la gente cómo, en un momento determinado, manipular a alguien puede ser demasiado sencillo.

-A día de hoy, ¿cuánta gente le sigue pidiendo que le adivine el número de la Lotería?

-Bufff... Tres veces a la semana por lo menos. Uno me envió un mensaje pidiéndome el número y diciéndome que lo compraba él e íbamos a medias. Yo le respondí que si lo supiera no lo necesitaría a él para comprarlo (risas).

-¿Ha desvelado alguna vez alguno de sus trucos?

-Nunca. Solo a nivel profesional. Pertenezco a la PEA (Psychic Entertainers Association). Me dieron en 2004 el equivalente al Oscar al mejor mentalista del mundo. Ahí he dado conferencias profesionales y he contado trucos. Pero a nivel público jamás. Yo recuerdo la primera vez que vi cómo se hizo “La guerra de las galaxias”. ¡El mosqueo que cogí cuando vi aquellas naves pequeñas... me rompieron la ilusión! Y yo no puedo romper ilusiones, porque lo que hago es crear ilusiones mentales.