Alcanzar Cangas desde Vigo o viceversa a través de la autopista y después por la PO-551 es toda una peripecia, desde que se cerró el Corredor do Morrazo, como consecuencia de las obras de conversión en autovía, y desde que las obras de ampliación del Puente de Rande mantienen en vilo a los conductores, que nunca supieron como iba a estar restringido el tráfico en el mismo. Durante el tiempo que duraron estos trabajos los conductores nunca fueron advertidos de cómo iba a ser la circulación por el puente durante la noche, principalmente. Ni un solo aviso por parte de la empresa concesionaria de la autopista, Audasa.

Bien sea por las limitaciones de velocidad o debido a las obras de ampliación del Puente de Rande, nunca se alcanza los 120 kilómetros en esta vía, en el tramo Vigo-final del Puente de Rande. Las limitaciones de velocidad impuestas solo permiten alcanzar los 100 kilómetros hora, velocidad que se empieza a reducir a la altura del término municipal de Redondela, donde ya hay señales que advierten que no se puede pasar de los 80 kilómetros hora para entrar en el Puente de Rande, por donde ahora se tiene que circular solo a 60 kilómetros por hora. El conductor está pendiente de que cualquiera de estos días empiece a funcionar con frenesí el radar que las autoridades competentes acostumbran a situar en las zonas de obra para hacer todavía más escabroso el viaje a O Morrazo. A la salida del Puente de Rande y en la curva de acceso a la rotonda de Domaio la circulación es ya de 40. Allí acostumbra a estar un vehículo de la Guardia Civil, pendientes de las maniobras en la rotonda y de las señales del ceda al paso. El lugar ya se cobró más de una víctima, que dejó dinero para las siempre insaciables arcas del ministro Montoro y casi dejó allí los puntos del carné de conducir. Y es que desde que las obras cortaron el corredor, los morracenses dejaron buena parte de sus pequeños ahorros en pagar esta nueva contribución.

Una vez en la PO-551, se puede salir de la rotonda de Domaio, todo el tramo urbano de esta localidad moañesa es de 50 kilómetros por hora. A O Morrazo hay que llegar encomendado a algún santo o con mucha paciencia. A la restricción de velocidad se une los pasos de peatones: siete en este tramo, que se intercalan con semáforos. El conductor puede alcanzar los 70 kilómetros por hora al salir de Domaio, en la zona de A Borna, aunque casi nunca se consigue. El intenso tráfico lo hace imposible. La velocidad se vuelve a reducir a 50 al llegar el cruce de A Guía hasta encontrarse con un semáforo que está situado en una curva peligrosa y cuya presencia se advierte a los conductores a través de una señal luminosa anterior. Aquí son frecuentes los accidentes por alcance. Es fácil comerse al vehículo de delante que está parado en el semáforo que el automovilista no ve hasta que lo tiene encima.

Toda la bajada de Meira es a 50 kilómetros por hora y hay tres semáforos que controlan el tráfico en este tramo de la PO-551. A continuación hay dos pasos de cebra más en apenas cien metros de distancia. Aquí el conductor, sobre todo si regresa del trabajo, ya empieza a estar más que harto de todo. Aún por encima los pasos de peatones apenas están iluminados y les hacen falta una buena mano de pintura. Son pocos los vehículos que optan por coger la carretera de Meira de Arriba (EP-1102) para circular por el corredor, en un tramo también castigado por las multas. Lo hacen aquellos que se tienen que dirigir a Aldán o a Bueu, que sí consideran que les vale la pena. El resto continua por la carretera PO-551, donde parece que se paró el tiempo. A Xunqueira está también plagado de pasos de peatones y con semáforos que ralentizan la circulación. Y después de mucho esfuerzo el conductor llega al centro de Moaña. Allí le espera otra rotonda llena que ayuda a ralentizar más la circulación. Hay que procurar entrar con cuidado en la misma para evitar algún alcance. Pero cuando se consigue salir de esta ruleta rusa y uno piensa que ya, por fin, está a salvo de la congestión del tráfico, el paso de peatones que hay a menos de cien metros en Ramón Cabanillas, a la altura de la iglesia parroquial, vuelve a parar el tráfico. Otra vez la paciencia se pone a prueba. Si se supera este escollo, los otros cinco pasos de peatones son más llevaderos, aunque hay riesgo para los amortiguadores del vehículo, ya que son pasos de peatones elevados. A la salida de Moaña hay otra rotonda, donde los automovilistas se encuentran con camiones de gran tonelaje a los que no se permite entrar en Ramón Cabanillas y que provoca nuevas retenciones. Tirán está plagado de pasos de peatones y la Xunta pretende la construcción de dos rotondas en Tirán, dentro del proyecto eliminación del tramos de concentración de accidentes, que ya lo dice todo.

El conductor llega a Cangas tres cuartos de hora o más después de salir de Vigo. Los viernes todo esta periplo se complica más a las 20.00 horas. Más coches, más retenciones, más prisas, más desesperación, más policía.

Y así hasta mayo si es por la ampliación del corredor y hasta agosto si es por las obras del Puente de Rande.