Hay cosas que no se pueden decidir ni planear. El amor es una de ellas, tal como está comprobando en sus carnes la joven canguesa Amanda Dacosta, de 26 años. En el verano de 2013 decidió irse a Leeds (Inglaterra) con unas amigas para mejorar su inglés y trabajar para conseguir dinero para hacerse un máster de Comunicación Audiovisual. Primero trabajó como niñera y en noviembre de ese año empezó en la cadena de comida rápida KFC. Allí fue donde conoció a Sohail Ahmed, un estudiante pakistaní que estaba realizando un máster en Administración y Dirección de Empresas. Él tuvo que regresar a su país en marzo de 2014, una vez que finalizó su visado de estudios. "Seguimos manteniendo contacto, pero yo solo deseaba tener una relación de amistad debido a la distancia. Pero hablabamos casi todos los días y al final nos acabamos enamorando", cuenta la joven desde Leeds.

La distancia geográfica es enorme, pero también existe una diferencia cultural que aunque no hace mella en ellos sí parece un impedimento para el resto. Desde que Sohail se tuvo que volver a Pakistán solo se han visto dos veces y ha tenido que ser en un viaje a Tailandia y en otro a Malasia y Singapur. "Cuando nos conocimos en Leeds ambos erámos muy tímidos. Con el tiempo descubrimos que los dos teníamos el mismo temor: 'Van a pensar que estamos juntos porque él quiere los papeles'. Al principio yo me decía que no quería nada con él por el problema de la distancia, pero hay un momento en el que ya hay marcha atrás. En octubre de 2014 pasa por una serie de problemas familiares y yo me doy cuenta de que haría cualquier cosa por estar con él", explica Amanda.

Es a partir de entonces cuando empiezan a planear estar juntos... y es también cuando aparecen unas dificultades que parecen insalvables, según relata la joven canguesa. "Afortunadamente siempre he tenido el apoyo de mi familia. Me respaldaron desde el principio y en octubre de 2014 tramitamos toda la documentación para que pudiese tener un visado y venir a Cangas", cuenta. Iba a ser la primera vez que se verían desde que Sohail dejó Leeds y también la primera vez como novios. "A pesar de entregar todo lo que requerían las autoridades españolas el visado vino denegado porque no había pruebas de que fuese a regresar a su país", según relata Amanda.

Éste fue el primero de los obstáculos que esta pareja se ha ido encontrando por el camino. "Hemos visto mucho racismo, pero sobre todo debido al miedo. Por culpa del fenómeno del yihadismo están pagando justos por pecadores", sostiene Amanda. Después de los atentados en Francia y Barcelona muchos países reclaman más requisitos a la hora de conceder visados. "Sohail llegó a sacarse el título de alemán básico para matricularse en un máster en Alemania. Cuando ya tenía todos los papeles y todo pagado ocurrieron los atentandos de Barcelona y cambiaron las normas: para conceder un visado por estudios hay que ser menor de 30 años. Como él tiene 35 le denegaron el permiso y le devolvieron el dinero", relata Amanda.

Desde que Sohail dejó Inglaterra en marzo de 2014 solo han podido verse dos veces. La primera fue en octubre de 2016 en Tailandia. "Intentamos casarnos en la embajada española, pero no nos dejaron porque al menos uno de los dos debía ser residente en el país", cuenta. La segunda fue en octubre de 2017, en otro viaje a Malasia y Singapur. Entre medias Amanda intentó viajar a Pakistán para verse allí con Sohail [vive y trabaja en Karachi, la segunda ciudad más poblada del país y su centro financiero, comercial y portuario], pero ha sido imposible. "Hicimos todo el papeleo, tuve que ir a la embajada de Pakistán en Madrid y hacer allí una entrevista. Me advirtieron que no dijese que éramos pareja porque en ese caso era seguro que no me lo daban. Cuando me preguntaban insistía en que nos habíamos conocido en Leeds y que iba a visitarlo. No hubo manera: me dijeron que era muy difícil porque yo era mujer y soltera. Me tomaron los datos pero creo que ni llegaron a tramitar mi solicitud", afirma.

A lo largo de todo este tiempo han intentado otras vías, incluso la del matrimonio en España a través de poderes notariales. "Recuerdo que una funcionaria me dijo que eso era casi imposible, que si él fuese sudamericano sería más fácil. Lo que me salió fue contestar que si fuese español lo sería más todavía", cuenta.

Ese "racismo" cultural del que hablaba Amanda Dacosta lo ha notado a cada paso. "Hay mucha gente que te dice: 'Ten cuidado, no te vaya a convertir para luego ser yihadista' o cosas por el estilo". Uno de sus principales apoyos ha sido la familia. "Al principio tenían algo de miedo, sobre todo por la cultura. Pero es algo que yo también le dejé claro a Sohail y que él respeta: seguiré saliendo de fiesta, comiendo cerdo y mantienendo mi cultura, igual que él la suya. Lo importante es el respeto", defiende.

La pareja ha iniciado un nuevo intento para lograr el visado y espera que esta vez sea la buena. "Ya estamos acostumbrados. Ahora lo que nos decimos es que al menos esperamos vernos de nuevo este año", dice. En caso de que este nuevo intento falle ya barajan otras opciones. Una de ellas es irse a vivir a otro país asiático en el que Sohail tenga más facilidades para lograr el visado. "Llevamos tres años juntos, aunque sea en la distancia. Nunca pensamos en tirar la toalla porque creemos que merece la pena, a pesar de todas las barreras que nos han puesto", sentencia la canguesa.