Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una saga que trasciende de lo efímero

La familia de Carmiña Lamosa coordina una de las alfombras más espectaculares del Corpus de Bueu - Ella, a sus 77 años, sigue en activo llena de ilusión

Carmiña Lamosa, a la izquierda, junto con la familia y colaboradores en la alfombra. // Gonzalo Núñez

"Primero por el Santísimo. Y luego por mi marido, ya fallecido". Carmiña Lamosa explica desde su casa de A Ramorta, en Bueu, las razones por las que a sus 77 años sigue fiel a su cita con las alfombras florales del Corpus Christi. Una experiencia acumulada durante más de medio siglo, que sigue mejorando con las nuevas técnicas y que transmite a las generaciones que vienen detrás, encarnadas por sus hijos y nietos. Este año no será una excepción y estos días apura los preparativos junto a su familia y vecinos un diseño que promete ser de lo más llamativo. En los dos últimos años las alfombras coordinadas por la familia, que representaban motivos marineros (2015) y relacionados con las artes (2016), fueron consideradas prácticamente de manera unánime las más espectaculares, superando los 100 metros de longitud. "Este año pensamos hacer algo inspirado en postales de Bueu, pero al final cambiamos. Habra óvalos y figuras de pájaros... Pero no cuento nada más, el resto tiene que ser una sorpresa", cuenta con una sonrisa.

El Corpus de este año será especial porque estrenará su condición de Festa de Interese Turístico de Galicia, algo que cuando Carmiña empezó a trabajar en las alfombras era absolutamente inimaginable. "Quién iba a pensar en algo así. Las cosas han cambiado mucho durante estos años. ¡Ahora hasta utilizamos proyectores para dibujar los diseños!", afirma. Lo que no ha cambiado es la necesidad de agachar la espalda y trabajar sobre el asfalto, una tarea de la que ella a sus 77 años está liberada.

Carmiña es natural de Beluso, pero en su adolescencia se trasladó a Bueu, a las conocidas como "casas baratas". Fue en aquella década de 1950 cuando empezó con su familia a elaborar las alfombras florales. "Ahora es todo muy distinto. ¡Si hasta el Concello te trae la mimosa! Antes se trabajaba mucho con la hortensia y el fiuncho, que era muy pesado. Yo recuerdo levantarme muy temprano, ir a Beluso a las seis de la mañana para ir a buscar el fiuncho y volver con él cargado en la cabeza antes de entrar a trabajar en la fábrica de Massó. Solo con pensarlo ya me duele", rememora esta veterana de las alfombras.

Hoy en día es posible utilizar métodos de trabajo y de conservación que en aquellos años eran impensables. "El chopo o plantas como el escobillero o la carrasca que aguntan muy bien en el congelador", explica, lo que permite trabajar con antelación. Las alfombras son casi una pasión y aún hoy sigue experimentando, probando nuevas flores, plantas, formas de secado e incluso para la elaboración de parte del material no duda a la hora de usar una Thermomix para moler.

Cuando se casó se trasladó al lugar de A Ramorta, donde también empezó a trabajar en las alfombras junto a sus vecinos. Recuerda una anécdota que marcó un punto de inflexión. "Yo ayudaba a mis padres en la calle Pazos Fontenla y con lo que sobraba hacía luego una alfombra delante de nuestra casa. No era gran cosa y un año vino un coche y se la llevó por delante. Desde ese momento lo tuve claro: o la hacíamos bien o no hacíamos nada", recuerda. Y así fue. Tanto que en alguna ocasión convenció a vecinos y amigos para hacer un diseño de 200 metros. "Una de las cosas que más me gustaba era eso: juntarnos los vecinos, ir al monte, trabajar juntos preparando el material mientras hablábamos de nuestras cosas...", cuenta. Cuando falleció su esposo estuvo algún tiempo sin confeccionar la alfombra, pero al cabo de un tiempo volvió. "Él es una de las dos razones por las que sigo. Me ayudó muchísimo: íbamos juntos a mil sitios a buscar material y metía el coche donde hiciese falta", explica Carmiña Lamosa.

La procesión ya no pasa por delante de su casa, un detalle que no ha sido, ni mucho menos, un impedimento para que siga trabajando. "Ahora la hacemos delante de la casa de mi hijo, en Pazos Fontenla", dice. La constitución de la asociación de alfombristas y el cambio en el recorrido son novedades que ella aplaude convencida. "Era un trazado tan largo que por nuestra zona, que era la última, apenas llegaba nadie: venían los niños de la Primera Comunión, la gente que llevaba los estandartes y el palio, los curas y poco más. Hubo gente que se enfadó, pero yo lo comprendo. De hecho el último año [en 2014] no la llegaron ni a pisar: como se puso a llover la procesión se recogió antes y ya no vino por aquí", recuerda. Ella ha participado en algunos de los viajes de la asociación, como en el congreso internacional de Sicilia o más recientemente en Malta. "Las alfombras han cogido una dimensión que no te podías ni imaginar. La gente fuera apenas es capaz de pronunciar Bueu, pero allí estamos nosotros", argumenta.

El trabajo en la nueva ubicación de la calle Pazos Fontenla es una labor de equipo, con toda la familia, vecinos y amigos. "Hay alguna gente que se merecía un monumento", afirma convencida. Ella ve con orgullo como su hija Loli y sus hijos José Manuel y Alejandro, junto a sus nietos, se preocupan por mantener viva la tradición alfombrista. Una saga de alfombristas empeñada en que el arte efímero trascienda y perviva.

Compartir el artículo

stats