Un comando de la SWAT, unidad de élite cuyos miembros, de negro riguroso, están entrenados para llevar a cabo operaciones de alto riesgo, se apostó junto al vallado perimetral del atrio para dejar claro que la situación estaba controlada y no había que temer por la integridad del patrimonio que en otras ocasiones pusieron en peligro algunos exaltados. Pasaba poco del mediodía, pero las hordas carnavaleras ya tenían hambre de diversión y también de bocadillos y otros sucedáneos de los que se aprovisionaban en los puntos de avituallamiento estratégicamente localizados. Frente a ellos desfilaban gentes, jóvenes en su mayoría, ataviadas con un catálogo completo de disfraces, como policías y ladrones, trogloditas, vikingos, tropas árabes, tetudos, cheerleaders, superhéroes como batman, supermán o spiderman, mejicanos, militares de camuflaje, caramelos de Haribo, caperucitas perseguidas por lobos feroces...

"Vivan as xentes de todas as parroquias!, Viva o Carnaval!", proclamaron desde el rústico palco mientras los gaiteiros tomaban aire para insuflarlo aún con más energía y animaban al público a desgañitarse, sin preocuparse de la borrasca del noroeste ni de la orballada que participó de forma intermitente pero no logró enfriar el ánimo. En los alrededores, el personal de una ambulancia -dos, en algunos momentos de la jornada-, velaba por la atención sanitaria y seguía el acontecimiento festivo en previsión de excesos etílicos, ya fuera de cosecha propia o de Don Simón, de espirituosos de marca o garrafón, cuyos efectos se notaron más conforme avanzaba la jornada.

Y es que el entroido tradicional de O Hío comenzó su peregrinaje por las aldeas con la mañana, sobre todo con ganas de pasarlo bien pero sin olvidar su espíritu crítico, con los poderes políticos, económicos, eclesiásticos o mediáticos en la diana de sus dardos. "La parroquia de O Hío es toda unha troula, un ir y venir que delata el desasosiego de esa Cuaresma que se avecina, escondida en la maleza de ese estómago farturiento", relató un cronista de la época, que en el caso de O Hío es lo mismo que decir de todas las épocas, porque la celebración del Entroido tradicional no varía el esquema, aunque cambien sus protagonistas. "Que esquema nin que carallos? Aquí vimos a divertirnos e punto!", corrigió una pareja de jóvenes veteranos.

Porque también está dicho que en el Entroido de O Hío no se reparten premios, ni hay agradecimientos ni palmaditas en la espalda ni discursos académicos ni jurados que decidan sobre los mejores disfraces. El de O Hío es un espectáculo de calle, itinerante, "en el que falta el descanso y nunca sobran la algarabía, el desparpajo de la gente que acude con ganas de "correr o antroido" haciendo escala en cada aldea y dándole salero a la gaita, encargada de marcar el ritmo con duelos entre los mejores especialistas del panorama. No hay cifras oficiales de participantes, "nin falta que fan", y todos coinciden en que "somos miles" y que su propia dinámica se encarga de depurar, tras alguna edición un tanto convulsa.

Hoy, la comitiva del Entroido de O Hío llegará hasta Donón, aunque será en jornada vespertina. Desde las diez de la mañana las comparsas y quienes van por libre se dan cita en Igrexario, desde donde transitarán hasta O Viso para unirse a las que llegan de Liméns y Vilariño. A mediodía partirán hacia Nerga por el camino de Visueiras y a las tres de la tarde se irán apostando en el cruce de Cruz do Castro para enfilar luego la aldea de Donón, donde la afluencia de participantes va en aumento en los últimos años. Protección Civil, Policía Local, Guardia Civil y ambulancia seguirán de cerca la riada humana y serán los únicos que lleven disfraz oficial.