Alrededor de medio centenar de personas (que pueden llegar a 70 en algunas jornadas) acuden a diario al comedor social de la calle Lisboa, en Cangas, para cubrir sus necesidades alimenticias básicas, aunque esta institución solidaria atiende regularmente a unos 400 beneficiarios, entre ellos familias enteras que no disponen de recursos para alimentarse o cubrir otras carencias, como el aseo o la vestimenta. De esa labor de ayuda a los demás se encargan casi una veintena de personas, voluntarias en su práctica totalidad, y los escasos recursos económicos proceden de donaciones particulares e institucionales.

Las necesidades crecen y las ayudas escasean, argumentan desde el colectivo, que puso en marcha el comedor hace casi cuatro años y ha vivido en primera línea las consecuencias de la crisis económica. En los momentos más críticos llegaron a dar de comer a más de 130 personas, cifra que, afortunadamente, ha ido cayendo hasta practicamente la mitad, aunque hay gente, sobre todo familias con niños, que prefiere recoger la comida y compartirla en casa.

Cifras similares de asistencia alcanzaba el comedor social de Moaña, que abrió en septiembre de 2015 con capacidad para atender a 150 comensales, aunque la media rondó los 70, según datos de sus promotores. La iniciativa tuvo una vida efímera, de poco más de medio año, y cerró la pasada primavera por problemas administrativos y falta de recursos.