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Desde autopsias con hilo de pescar hasta partos

Juan Veiga tras licenciarse en 1973. // Reproducción G.Núñez

La velocidad de los cambios que han transformado la sociedad española a veces nos hacen perder la perspectiva de donde estábamos y donde estamos. Juan Veiga es uno de los profesionales que ha sido testigo de excepción de la evolución de la atención sanitaria en los últimos 40 años. "Había que ir a donde te llamaban y conducir por aquellos caminos de antes. Tuve un Seat 127, un 600 y luego Seat 124 que todavía conservo en Moaña", recuerda con una sonrisa. A veces, cuando a estos profesionales los llamaban para atender una urgencia nocturna no era raro que luego se quedasen a dormir unas horas en esa mismo domicilio.

Uno de los puntos fuertes de Juan Veiga siempre fue la aguja y la sutura, algo que aprendió de los mejores forenses de la época en Santiago. Unos conocimientos que le fueron muy útiles en su trayectoria profesional y no solo para suturar cortes y heridas. "En los primeros años teníamos que hacer autopsias, sobre todo de los ahogados. La Ayudantía de Marina recurría al ayuntamiento y el Concello a su vez a nosotros", explica.

Una anécdota relacionada con una autopsia es un buen reflejo de su calidad profesional y humana. "Abrimos las tres cavidades del hombre para el examen forense y luego llegó el momento de cerrarlo. Pero en aquella época era habitual que no se cerrasen los cadáveres tras las autopsias. Yo me negué, dije que tenía que devolver el cuerpo tal como me lo habían entregado", cuenta. Así que al responsable de la Ayudantía de Marina no le quedó más remedio que ir a su casa y traer un carrete con hilo de pescar. "Con aquello cosí a aquel hombre y se lo devolvimos a la familia", dice.

El otro extremo de la medicina es el milagro de la vida, del alumbramiento de una criatura. "Antes de Bueu me curtí en el sanatorio Marescot de Pontevedra. Allí estuve en quirófano y en ginecología. Me sirvió de mucho porque cuando en Bueu se jubiló la matrona María Eugenia Bolívar, que era una gran persona y muy generosa, me tocó hacer de comadrón y asistí tres partos", ilustra Juan Veiga.

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