Hace 106 años, el bisabuelo de Verónica Cuíñas inauguraba la Joyería Ramón Fernández -que llevaba su propio nombre- en la calle Elduayen. Ahora, cuatro generaciones después, siendo proveedor real y tras innumerables cambios necesarios por el irremediable paso del tiempo, el comercio se mantiene en pie en la calle Príncipe, a donde llegó poco tiempo después de abrir por primera vez sus puertas.

"Creo que mi bisabuelo escogió este emplazamiento porque por aquel entonces ya era una calle comercial", comenta Verónica, su actual propietaria. "Mi familia era de Santiago pero decidieron abrir un local en Vigo el 25 de julio, día de Galicia", añade.

El nacimiento de la joyería en la ciudad olívica se dio por casualidad ya que la intención de su fundador era irse a América y levantar un negocio. "Mi bisabuelo tenía allí un hermano que le había explicado las facilidades que tenían los emigrantes para crear fortuna. Finalmente, le hizo caso a otro que vivía en Vigo y que le comentó el crecimiento que tenía el entorno de la urbe viguesa. Por suerte le hizo caso a este último y ahora seguimos aquí", celebra Cuiñas.

Ahora, más de 100 años después de iniciar su actividad comercial, el principal rival de la joyería Ramón Fernández es el paso del tiempo, como lo ha sido en otras etapas del siglo XX y a las que ha tenido que adaptarse.

"Mi padre y mis abuelos me cuentan que antaño el negocio era muy floreciente, con muchos trabajadores en el taller debido a la gran demanda que había, tanto de vecinos del entorno como de turistas que venían recomendados. En esos años la tecnología fue cambiando a un ritmo vertiginoso y nosotros nos tuvimos que adaptar, aunque todavía mantenemos maquinaria antigua y seguimos trabajando a mano, como hemos hecho toda la vida", recuerda su actual dueña.

Verónica Cuíñas teme que la joyería cierre sus puertas cuando ella se jubile, aunque los últimos años, azotados por la crisis económica, han hecho que la ilusión de esta familia de joyeros se haya ido evaporando.

"No sé si alguien cogerá las riendas del negocio cuando yo ya no esté, pero viendo como nos ha ido en los últimos años, tampoco tengo claro que sea positivo seguir alargando la vida del establecimiento", se lamenta.

Lo que si celebra la gerente del local es el premio recibido por la Federación Gallega de Comercio. "Es un orgullo que reconozcan el trabajo de toda una familia", festeja.