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La vida después de los 80

Tres vecinos que han llegado a esta edad, como Amancio Ortega o Vargas Llosa, cuentan la receta de hacerlo con plena actividad

José Fernández "Ghaiteiriño" (80 años) | Toca la gaita | "Llegar a estos años depende de cada uno, pero el café que no falte"

Luis Rosales Pérez cumplió el lunes 81 años y tiene tres hijos varones mayores pero también una niña de 16 años, fruto de un segundo matrimonio, que es una gran jugadora de fútbol y a la que sigue los fines de semana por toda Galicia para no perderse sus partidos de liga en el Club femenino de fútbol sala de Poio. "Me gusta la actividad", asegura el empresario mejillonero, natural de Domaio, pero vecino de Cangas, que reconoce que sintió cierta consciencia de la edad, incluso algo de temor, cuando en septiembre de 2014 murieron, a la edad de 79 años, el presidente del Banco de Santander, Emilio Botín; y el también presidente de El Corte Inglés, Isidoro Álvarez: "Pero no tengo miedo a la muerte, sólo a sufrir y que sufran por mí", asegura este moañés que se labró un futuro como empresario bateeiro desde que empezó a trabajar con sólo 14 años. Está jubilado desde los 64 pero nunca perdió el contacto con la empresa que fundó y que ahora llevan sus hijos varones. Se congratula de que Amancio Ortega hubiera llegado también con tanta actividad a esta edad, como también el escritor peruano Vargas Llosa. En su caso tiene una memoria prodigiosa y un don para hablar del pasado, del presente y también del futuro. Luis Rosales asegura que no hay secretos para llegar a esta edad con plena actividad más que trabajar: "Trabajé mucho durante toda mi vida y muchas horas. Siempre lo pongo como consejo", aunque también reconoce que el deporte, una buena alimentación y no dejar de acudir a la partida de dominó le ayudan a alargar los años: "El dominó es algo buenísimo, te ayuda a la concentración".

Suele acudir a caminar hora y media, antes lo hacía por una ruta que la llegada del Corredor do Morrazo cortó, y que recorrían también varios amigos, aunque cada uno por separado. Pese a todo, sigue caminando cuando puede y recorrer las lonjas de pescado que fueron su vida cuando empezó a comprar mejillón muy de joven para unos empresarios catalanes. Lo hacía en una vespa con la que recorría los puertos de Galicia hasta que el compró un Seat 600 a su suegro con el que siguió recorriendo la costa gallega, incluso cargando de marisco para sus compradores catalanes. Claro está que aquel 600 reventó literalmente y Rosales no puede ocultar una sonrisa al referirse a la historia de este coche. Fue tras un viaje cargado de marisco, llegó al muelle de San Adrián y el comprador se interesó por aquel Seat 600 al que Luis Rosales vendió por las mismas 40.000 de las antiguas pesetas que le había costado. En mente ya tenía comprarse un Seat 250 que había visto anunciado en el periódico. La historia del 600 acabaría al día siguiente cuando en Domaio, el comprador que le había adquirido el coche se acercó a él y le dijo que el asiento del piloto se había caído al suelo. El coche había reventado de tanto viaje por las lonjas de Galicia.

Luis Rosales también puede presumir de tener el seguro de vida que le dan sus 46 pulsaciones, como las de Induráin. dice, y que le ayudan a resolver los problemas con la paciencia que le dan sus años de veteranía. Ayer apuraba por la tarde porque tenía que llevar a su hija a Poio para el entrenamiento de fútbol.

Manuel Iglesias Martínez es otro ejemplo en la comarca de O Morrazo de que a partir de los 80 también hay vida. En su caso ya cumplió los 82 y el lunes tocó la tuba en la Fiesta de Os Remedios con la banda de Música Airiños do Morrazo, de la que fue su director desde 1979 a 1999. Manuel es natural de la parroquia de San Martiño, como él dice, de la "preciosa aldea de Os Piñeiros". Fue sacerdote aunque dejó los hábitos y se dedicó a su auténtica vocación que fue la música como profesor de la Escuela Municipal de Música de Moaña, director de la Banda Airiños y también de la Coral Moañesa, que sigue codirigiendo, además de estar un tiempo al frente del Orfeón, que es un coro de voces sólo de hombres.

"La actividad a mi edad es lo mejor que puede haber", asegura el profesor que sigue cogiendo su tuba para tocar con la banda y es frecuente verle en las fiestas de Moaña siguiendo los pasos de los músicos más jóvenes. Además de la actividad, reconoce que para llegar a esta edad hay que hacerlo "con alegría, hay que reírse mucho".

En su caso todavía tiene algo por cumplir y es viajar, hacerlo por todo el mundo, es algo que le apasiona. El problema no es la edad, añade, sino que "me toque la Lotería", manifiesta con ese humor que predica. Si pone algún destino en primer lugar, es Jerusalén, quizás también por esos años que ejerció de sacerdote, ya que después el sello a su maleta lo pondría para ir a Roma.

No tiene, sin embargo, una aspiración por un concierto en concreto, ya que reconoce que aquí puede tenerlos, pero si pide por algo especial, manifiesta que es seguir teniendo salud "y que me quieran. El sentirme querido es lo principal". Manuel Iglesias está casado y tiene dos hijos.

Hace tres meses cumplió los 80. Es José Fernández Canosa, más conocido como José O Ghaiteiriño que pese a sus muchos años sigue ofreciendo conciertos con su gaita, inseparable de unas manos de un músico autodidacta que sacó adelante a su familia trabajando como albañil. Derrocha humor por todos lados y reconoce que le sigue gustando hacer trabajillos de albañilería: "Pero trabajo muy poco. Hago chapucillas en casa. ¡A mi edad me sale menos trabajo! ", exclama.

José Ghaiteiriño nació en Aldán y es un personaje ampliamente reconocido por los vecinos de Cangas y de toda la comarca. Fue alcalde de barrio y se dedicó al pueblo sin distinciones, pero ahora el Concello de Cangas le rendirá un homenaje al dedicarle el Camiño da Fonte o Valadiña hasta Trasvalo que pasará a denominarse "Camiño do Jaiteiriño" o "Camiño do Gaiteiriño".

José aprendió la gaita de forma autodidacta, influenciado también por su padre, que era gaiteiro, pero se enriqueció de la sabiduría popular que, desde hace años, sigue manteniendo y ahora transmite a las nuevas generaciones. Fue siempre divulgador de la música tradicional, creó la escuela de gaitas del colegio de Espiñeira, en Aldán, una de las primeras de O Morrazo y siempre incidió en la recuperación de las tradiciones populares como las cantigas de Nadal y Reis. También colaboró en la recuperación del Entroido y de la Danza de Aldán, de la que fue gaitero durante veinte años. Ayer, a sus 80 años y tres meses tenía una cita con los alumnos del colegio de A Rúa.

En su receta para llegar a esta etapa de la vida con esta actividad dice que "dependen de cada uno", pero "el café que no falte", añade, junto con un vaso de vino y unas copas con los amigos. Nada sabe ni de Amancio Ortega ni de Mario Vargas Llosa: "De momento estoy bien y sigo", asegura este gaiteiro, casado y con siete hijos.

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